sábado, 10 de noviembre de 2007

El recuerdo de María.

Esta noche, por vuelta de las dos de la madrugada, sin ningún tipo de sufrimiento, tras dejarse dormir plácidamente, ha fallecido en una habitación de hospital, María.
Primero, debo decir, que es la madre de una de mis mejores amigas, amiga a quien respeto, y a quien debo mucho más que estas simples letras. Después, debo recordar que fue una persona bondadosa, de inteligencia muy superior a las de quienes compartimos época, y muy lúcida en sus aseveraciones. De hecho la última que se me grabó en la memoria es la de su despedida, hace apenas unos días, cuando, con fría certeza, nos aseguró a mi esposa y a mi, que ésa sería la última vez que nos veríamos en esta vida, ya que según decía, podía sentir la cercanía de la muerte.
Noventa años, inteligencia mantenida hasta el último día, y una salud de hierro, que se fue oxidando muy poco a poco, casi en silencio, dejándose ir sin alborotos ni aspavientos, sino suavemente, como si mantuviese el control hasta en el más significativo de los momentos.
Mis más sentidas condolencias a sus allegados, que más que amigos, considero familia propiamente desde hace no poco tiempo.
Milagros, Raúl, Valle, perdonadme el no estar este fatídico día junto a vosotros. Siento en el alma vuestra pérdida, que guardo como mía.
Un adiós para María.
Que no se olvide su recuerdo.

1 comentario:

mariola dijo...

Preciosas palabras de despedida.
Las personas importantes, la gente buena, no se va de nuestras vidas.
Aunque dejen de acompañarnos físicamente, siempre permanecen junto a nosotros, nos siguen apoyando, nos siguen escuchando y a veces... incluso nos hablan.
Muchos besos Luis Miguel.