sábado, 28 de abril de 2012

SER COMPASIVO


Un saludo a todos de todo corazón.

Me pregunto: ¿Cómo puedo vivir la compasión en mi vida cotidiana? De hecho: ¿Qué es la compasión?

Creo que hay mucho desconocimiento a este respecto, ya que la mayoría piensa que la compasión es un sentimiento. Un estado mental que se puede generar con ciertos ejercicios. Muchos además le asocian a la compasión el tener algo así como “pena” por el prójimo.

No es que lo dicho anteriormente esté totalmente equivocado. Pero no llega al auténtico significado de lo que la compasión debe ser.

¿Quiere ser compasivo? Entonces sepa que sentir compasión es el estado de querer aliviar la carga a otra persona y la acción que sigue a ese sentimiento. Y le voy a poner un ejemplo cristiano. Cuando Jesucristo cayó en el camino portando la cruz, ¿no se apareció un hombre que le ayudó a cargar con el madero?

Eso es compasión.

Evidentemente se necesita un sentimiento primero. Si explicamos el proceso a través del “noble camino óctuple”, diríamos que lo primero es tener un pensamiento correcto. Este pensamiento puede ser la decisión de ayudar al prójimo. “Estaré pendiente de la posibilidad de ayudar a otra persona, por lo menos, una vez al día”. Es un buen comienzo.

También hará falta visión correcta para saber qué tipo de ayuda será la que necesita el otro. De nada me vale que me empeñe en ofrecer dulces a una persona si es diabética. Necesito dilucidar que lo que ofrezco es lo que es necesitado. No es hacer lo que me plazca.

 Hace falta atención correcta para darnos cuenta y que no se nos pase la oportunidad, y el esfuerzo correcto para llegar a hacerlo.

Nuestro habla correcta nos permitirá llegar con sinceridad y cariño, y la acción correcta será hacerlo sí o sí.
El modo de vida se hará correcto debido a los pasos anteriores.

¿Cuál seré entonces la meditación correcta?

Imagínese en una sala de cine. En la pantalla visualice a una persona querida para usted. Vea como sufre. ¿No siente la necesidad de ayudar?

Ahora ponga en la pantalla a una persona neutral para usted. Ni la quiere ni la odia. No es más que una cara más de esas que ve todos los días en el supermercado o en la parada del autobús. Vea como sufre también. ¿No siente la necesidad de ayudar?
Para terminar visualice una escena nueva en donde la persona que sufre sea alguien que en su historia personal le haya hecho algún mal. Puede que todavía le guarde rencor, pero observe como sufre también. ¿No siente la necesidad de ayudar?

Lo cotidiano es que sienta mayor necesidad (hasta imperante y aguda) con la primera persona. Menos o casi nada con la segunda y no le importe lo que le pase a la tercera.

La sabiduría correcta es comprender que cada uno de los tres tipos de personas es susceptible de necesitar nuestra compasión. Pregúntese si sería capaz de ayudar a la segunda y tercera persona y por qué. Véase a usted en la película también ayudando a las tres personas, observe como sonríen cuando su dolor es aliviado.

Recuerde que la compasión es un ejercicio que termina en acción. Es querer y hacer algo para aliviar el sufrimiento de otro.

Eso no significa que usted tenga que realizar grandes sacrificios. A veces son pequeños gestos, cotidianos, como ayudar al vecino a subir las bolsas de la compra, dejar pasar a otro vehículo en un cruce, o ayudar a una persona perdida dándole las indicaciones correctas en la calle.

Ser compasivo no implica hacer sacrificios por su parte. Nos encanta tomar el papel de mártir, pero no es necesario. Ni siquiera es compasión hacerlo de esa manera.

Simplemente esté atento y varias posibilidades de ayudar se le aparecerán en su día a día.

Es tan fácil como que cada uno de nosotros aporte su granito de arena.

¿Ser compasivo no es lo mismo que amor?

Claro que están relacionados, pero a veces prefiero pensar que el amor es el estado mental que siento cuando veo sonreír a los demás.

Gracias a todos por estar ahí fuera, compasivamente, al otro lado de la pantalla.


viernes, 27 de abril de 2012

ALUMNO PREPARADO


Un saludo a todos de todo corazón.

“Cuando el alumno está preparado, el maestro aparece”.

Tenemos algunas ideas sobre lo que es ser un maestro, pero estoy seguro que en el día de hoy encontraremos una nueva manera de percibirlo.

Un maestro no es una persona.

Es posible que en su vida hayan aparecido personajes que le hayan ayudado de una manera u otra en el transcurrir de su camino.

Pero estas personas, reconozco que muchas veces excepcionales, son iguales a usted. Recorren el sendero a tu lado. Dos pasos por delante o tres, pero a su lado. Han cogido ya ese pedregal tortuoso, se han pelado las rodillas con los resbalones, y pueden decirle qué parte del río es la mejor para que lo cruce a nado.

Fundamentalmente porque ya han pasado por ahí un ratito antes.

Aunque también pretenden ayudarle, también hay otros personajes que le acompañan pero nunca van ni un centímetro por delante de usted.

Eso sí, llevan un buen mapa, y están controlados por GPS, así que hablan con propiedad del mismo pedregal tortuoso, pero no se han resbalado y mantienen intactas sus rodillas, aunque seguro que tienen una buena opinión de qué parte del río es la mejor para cruzar.

El problema es que como nunca se han caído, como sus brazos no tienen las cicatrices características de aquellos que pasaron por zarzales frondosos, en el momento que sufren el más mínimo percance, se les viene todo abajo. A ves, lloran por sus heridas con más fuerza que usted.

Pero esos tampoco son maestros, porque como ya he dicho, el maestro no es una persona.

Lo que sí que ocurre, y así quizá me entienda un poco mejor, las personas del primer ejemplo, las curtidas y sabias debido a su propia experiencia, están impregnadas de lo que yo llamo el maestro.

Eso quiere decir que, a veces, el maestro también se expresa a través de un cambio metereológico, de una disfunción de tu cuerpo (que suele llamar enfermedad), o de un suceso inexplicablemente desafortunado. También suele aparecer en formas de “golpes de suerte".

Porque como le digo “cuando el alumno está preparado, el maestro aparece”.

Así que, si se encuentra con las expresiones del maestro, hágase una pregunta distinta a la habitual.

No diga quejándose: “¿Por qué a mí?”, porque la respuesta es bien obvia: porque estaba preparado.

Para hacer con sinceridad un verdadero examen de conciencia, la pregunta correcta que debiera hacerse podría ser: “¿Qué es lo que tengo que aprender?”

Y cuando se responda ponga en práctica en su vida la lección que le toca aprender. Porque no tenga ninguna duda: Usted está preparado.

Podrá hacerlo, porque si no, el maestro no habría aparecido.

Hace dos días ya se lo dije: es posible darle sentido a la vida si cree usted que puede haber un propósito superior. Llámele como le plazca.

Ahora le señalo cómo ese propósito se le aparece para señalarle la lección que debe de ser aprendida.
Eso es a lo que le llamo ser un maestro.

Y nosotros los alumnos.

¿Está preparado?

Gracias a todos por estar ahí fuera caminando juntos por el sendero.


jueves, 26 de abril de 2012

ESTOY INDIGNADO


Un saludo a todos de todo corazón.

Esta mañana de forma indirecta me he enterado de una historia y, aunque no tenga nada de espiritual, ni motivadora, ni escasamente iluminadora, me he dicho: pues la voy a contar en el blog.

Imaginemos una empresa de telecomunicaciones que tiene una pequeña tienda. Tan pequeña que habitualmente la mantiene un solo trabajador al que llamaré A. Esta persona trabaja para la empresa de forma eficiente desde hace 6 años y actualmente trabaja a jornada completa.

Hace pocos meses, menos de medio año, la empresa decide contratar a otro trabajador, que llamaremos B, durante el turno de tarde (cuando hay más clientes) a media jornada.

B no tiene interés en aprender apenas nada de su trabajo durante las pocas horas de su jornada, ya que tiene un plan secreto. B pretende hacerse un tratamiento de inseminación artificial de forma privada y aprovechar su contrato temporal recién adquirido para pedirse una baja en cuanto consiga quedarse encinta y ganarse un sueldecito mientras espera su buena nueva.

La cosa se pone interesante cuando la empresa, debido a la disminución de ventas, decide prescindir del trabajador B. Prepara su despido, por supuesto de forma legal y se dispone a comunicárselo pero… ¡B acaba de presentar su baja laboral!

B pide dos semanas de vacaciones para la inseminación (todavía en secreto para la empresa). Pero sólo le conceden una. Así que, sin saber un servidor cómo, adquiere una baja laboral contante y sonante.
La cosa es que después de su baja, cuando se incorpore es posible que esté en estado de buena esperanza. Pero a día de hoy no lo está.

Cuando la empresa se entera (eso sí, tras consultar con su gabinete legal) de todo este lío… ¿adivináis lo que decide?

Pues se les ocurre que lo mejor es despedir al trabajador A. Sí, sí, el que llevaba 6 años haciendo bien su trabajo, llevando toda la responsabilidad de la tienda durante todo este tiempo de forma eficiente y muy valorada por la clientela. Pero claro, si B está encinta y deciden despedirla les costará muchísimo más dinero que deshacerse de A, así que: ¡Viva la justicia social!

La cosa no ha terminado todavía.

Puede que el tratamiento secreto de B no funcione. Entonces cuando se incorpore, de no portar bebé alguno, se verá en la calle. Pero eso es una posibilidad. La empresa previsora y preocupada con el bienestar de sus trabajadores, ha ido avisando al trabajador A dándole la preciada noticia.

Aprovecho ahora para decir que, como digo a menudo, no hay malos ni buenos en esta historia. B no pretende hacer mal alguno, y menos provocar que pongan al trabajador A de patitas en la calle. Pero la vida es así.

Lo he dicho muchas veces. Estas reglas del juego que tenemos son exactamente eso: partes de un juego. Y como tal, tiene recovecos, atajos y trampas. Además todo es impermanente.

Aún así, aunque sea por unos segundos, me voy a permitir hablar en voz alta y decir:

“¡ESTOY INDIGNADO!”, pues sí.

Es posible que alguien haya pensado: “Bueno, vale, pero ¿tú no dices siempre aquello de que Dios cierra puertas pero abre ventanas?”.

Ji, ji, ji… ¿Sabéis una cosa?

Pues que parece que otra empresa (mayor y más poderosa) abre otra tienda del estilo enfrente de la de nuestra historia. Y han contactado con el trabajador A para ofrecerle un puesto. Más que nada por aquello que os conté que es muy eficiente, responsable y está fantásticamente valorado por los clientes.

Así que al final, la moraleja de la historia es…

Pues mira, prefiero que la moraleja se la busquen ustedes. Que yo ya me la sé, y siempre se lo pongo muy fácil.

Gracias a todos por estar ahí fuera. Y gracias sobre todo al trabajador A por contarme sus problemas.
Al final, todo va a salir genial, ya verás. 

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miércoles, 25 de abril de 2012

PROPÓSITO


Un saludo a todos de todo corazón.

Me estaba preguntando, ¿cuál es el verdadero propósito de nuestra vida? ¿Existe realmente algo llamado propósito?

Se me ocurre que las personas, habitualmente, vivimos nuestra vida debido a tres objetivos fundamentales. 
Cuando digo objetivo, me refiero al eje, a la motivación principal que hace que salgamos de la cama cada día. Personas que no participan de ninguna motivación, y créanme, cada vez son más, enseguida se sienten desconectadas (parece que les voy a dar una pista anticipada).
La depresión, el cansancio, la falta de fuerza física y mental para realizar las tareas cotidianas también aparece cuando nos sentimos carentes de cualquier objetivo. Normalmente en las conversaciones del día a día nos expresamos usando una palabra análoga a objetivo que es “sentido”. “Mi vida carece de sentido”, escuchamos por ahí con cierta frecuencia.

Así que, de nuevo, se me antoja dividir el objetivo fundamental en tres vías distintas.

La primera vía será producida a través del sufrimiento. De las tres creo que ésta es la vía más superficial (espiritualmente hablando). Vivimos una vida normal, cotidiana, quizá con falta de sentido, y de repente ¡BOOM!: el sufrimiento aparece de forma brusca, arrasando con todo. Puede que sea en forma de una enfermedad grave, para uno o para un familiar cercano y amado. Puede que sea perder el trabajo, dinero, la casa o el coche. El sufrimiento aparece contundente, imparable y  desalmado. 

Ante esta situación muchos sucumben. Se “rinden” y claudican. Otros con más sabiduría encuentran un sentido a sus vidas, se reconstruyen, se reinventan. Tienen un nuevo objetivo que dirige su existencia después del desastre.

Después de la muerte de un hijo, debido a un accidente, muchos padres han formado asociaciones que han luchado para que tales accidentes no vuelvan a suceder. La desgracia les ha dado un propósito. 

Pero como he dicho antes, éste es el tipo más superficial, el más terreno, de los sentidos que podemos darle a nuestra vida. Existen otros dos  y van evolucionando de manera secuencial. Ninguno es mejor que el otro.

Usted decide.

La segunda es la vía del resultado.

Es cuando una persona, después de padecer un sufrimiento grave, como en el caso anterior, se propone luchar por un resultado superior, poderoso, y cautivador.

Es la historia de superación que encontramos en los libros de autoayuda y motivación personal del tipo “sea rico en menos tiempo de lo que espera” o “las leyes del éxito instantáneo”, inventándome algunos nombres parecidos a lo que puede encontrar en cualquier librería de un centro comercial.

El padre del ejemplo anterior, el que perdió un hijo en un accidente, descubre que su vida se debe a un propósito mayor y se marca un resultado personal, por ejemplo, el de hacerse presidente de su país. Porque si quiere de verdad evitar que los accidentes ocurran, se necesita el mayor de los poderes políticos. Así que se propone un resultado que guíe su vida: ser presidente. Empieza a luchar con ese único objetivo, y es posible que lo consiga.

Si llega a ser presidente de una gran compañía (en vez del de un gobierno), es posible que escriba un libro tipo “como pasar de papa a presidente” y que en el primer capítulo le cuente lo duro que fue perder a su hijo en un terrible accidente.

La tercera vía, y la más elevada desde el punto de vista espiritual, es la de “el propósito superior”. Parece un juego de palabras, todo esto de objetivos, sentidos, resultados y propósitos, pero entienda que es una manera de explicarme.

Todo en el universo tiene un propósito. Dicho de otra manera, pasamos de tener un objetivo personal y terreno a preguntarnos si existe un propósito superior. Si el universo tiene un propósito, y la física cuántica parece apuntar en este sentido, su inteligencia (energía) invisible también pasa a través de usted.

En palabras de Ramesh Balkesar: “La comprensión espiritual acarrea un estupendo sentido de la armonía, una falta de tensión y un sentido de libertad en la vida cotidiana. Todo, lo bueno, lo malo y lo neutral, ocurre acorde a la voluntad del universo”.

Si quiere un ejemplo más “católico” piense en la respuesta que dio la Virgen María cuando se le apareció el arcángel Gabriel. Después de hablarle de lo que habría de sucederle contestó: “Hágase en mí según tu palabra”. Respuesta que siempre me ha parecido de una belleza exquisita.

Sepa que los últimos descubrimientos de la neurología cerebral no pueden ser más desconcertantes en este sentido. Aunque los sabios de la Antigüedad, carentes de resonancias magnéticas y otros sistemas de diagnostico actuales, ya lo habían proclamado. Parece ser que cuando se produce un acto volitivo, como por ejemplo levantar un vaso con agua para beber, el movimiento, el acto en sí, se produce primero. Después se activa la parte consciente de nuestra mente que justifica lo que acaba de pasar. O sea, que primero cogemos el vaso para beber y luego lo pensamos tipo “voy a beber” o “qué sed tengo”. 

Como de costumbre le indico que nada de lo que escribo aquí es un dogma. Se trata de una iniciativa programada para hacerle pensar. Si la vía del propósito superior se le hace incómoda o incluso absurda, simplemente quédese con las dos primeras.

No olvide que no se trata de escoger, sino de experimentar, y de disfrutar del aprendizaje mientras lo hace. 

Gracias a todos por estar ahí fuera buscando su propósito en la vida.

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martes, 24 de abril de 2012

ENCONTRANDO A BLAKE


Un saludo a todos de todo corazón.

Hoy me ha pasado una cosa curiosa y quería comentárselo.

Como saben hace más de una semana que me dedico a escribir un artículo en el blog por día. Si les soy sincero no lo había planeado de esta manera. La cosa simplemente surgió, y después de experiencias como la de unos minutos atrás, aunque antes pensaba que duraría lo que tuviese que durar, creo que podrá seguir ocurriendo mientras esté en disposición de entrar en conexión. Si han leído mis últimos artículos sabrán exactamente de lo que estoy hablando.

En este día no me ha sucedido nada de especial. No recordaba nada en particular. Así que a las 16.30h de hoy no tenía nada sobre lo que escribir.

Pero se me ocurrió algo. ¿Por qué no someterme a una especie de prueba?

Así que, como no estaba en mi casa frente a mi biblioteca, decidí abrir mi biblioteca virtual (osea una carpeta donde guardo libros en mi computadora) y escoger algo al azar.

Una vez abierto el archivo (un libro de poemas en inglés), deslicé el cursor por las páginas y donde quedó, allí supuse que encontraría algo sobre lo que escribir.

El poema en cuestión es de William Blake y traducido por mí, dice más o menos así:

El árbol que me conmueve con lágrimas de alegría es a los ojos de los demás sólo una cosa verde que se encuentra en el camino. Algunos encuentran en la Naturaleza sólo burlas y deformidad… algunos pocos no vez la Naturaleza en absoluto. Pero a los ojos del hombre que usa la Imaginación, la Naturaleza es Imaginación por sí misma”.

Y me quedé profundamente conmovido.

Inmediatamente después las letras empezaron a surgir en el “Word”.

No sé si saben el poder que encierran dentro de ustedes a través de su imaginación.

Como vivimos una vida tan ajetreada entre responsabilidades y preocupaciones no encontramos la manera de disfrutar de ella.

De alguna forma no es siempre así. Sí que la usamos, pero de la peor manera posible. La utilizamos para intentar adivinar, para programar los acontecimientos que van a suceder en el tiempo. Llamamos a este proceso “pensar en el futuro”.

Pero es empobrecer el uso de la Imaginación. Apenas tomamos los acontecimientos de nuestra memoria, la previsión de nuestro horario cotidiano y coloreamos una mezcla entre lo que queremos que nos suceda (sin que nos produzca mucha alteración), y lo que más tememos.

Programamos el  futuro como un cruce entre el “quiero estar tranquilo” y el “ojalá esto no me pase”.
Pero como digo esto es usar pobremente el poder de su Imaginación. Es dar algunas pinceladas con una brocha demasiado gorda y con pinturas muy oscuras.

Las personas estamos habituadas a hacer las cosas al revés. Pretendemos llenar nuestra vida interior con las cosas que están ahí fuera. Pero muy pocas veces, o ninguna, se nos ocurre hacer justo lo contrario.

No exploramos el inmenso potencial que existe en nuestro interior, no como un plan para conseguir algo, sino como simple disfrute.

Para eso hace falta relajarse y separarse durante unos minutos del exterior para centrarse en un viaje a su interior más profundo. En palabras de Paramahansa Yogananda: “Podrás percibir los gozosos rayos del alma si interiorizas tu atención. Estas percepciones son posibles si preparas tu mente para gozar del hermoso escenario de los pensamientos en el reino invisible e intangible que hay dentro de ti”.

Es llenarnos por dentro primero antes de acometer el contacto con el mundo de las cosas fútiles e impermanentes de ahí fuera. Es calentar nuestro corazón hasta que hierva, y llenos de ese gozo espiritual salir a encontrarnos con la cotidianidad de nuestra vida. ¿Entiende lo que quiero decir?

Entonces, y sólo entonces, en palabras de Blake no encontrará “cosas verdes en el camino”, sino árboles que le conmoverán hasta las lágrimas si es necesario.

“¿Y esto como se hace?”.

Voy a darle una pequeña pista. Algo por lo que empezar, pero sepa que es usted muy libre de usar su imaginación como le plazca.

Relájese en un sitio cómodo donde no sea interrumpido por los menos unos pocos minutos. Cierre los ojos e imagine una escena de su vida cotidiana.

Por ejemplo imagine un encuentro con su pareja sentimental o un episodio en su lugar de trabajo. No use la paleta de la realidad para su composición. Viaje con libertad, diviértase con el proceso.

Por ejemplo visualice una cena con su pareja en un lugar exótico, paradisíaco. Se trata de una experiencia personal en la que va a disfrutar.

Ésta es la palabra mágica.

Imagine la escena, lo que ocurre, cree detalles, diversión, alegría. Haga su corazón hervir.

Luego, durante el resto de su día, mantenga esa imagen consigo. Deje que su interior sea el que se revele hacia el exterior, y no al contrario como solemos hacer.

Entonces puede que sea de los pocos que en vez de encontrar “en la Naturaleza sólo burlas y deformidad” o quizá no encontrarla en absoluto, disfrute de descubrir que “la Naturaleza es Imaginación por sí misma”.

Gracias a todos por estar ahí fuera leyendo estas palabras, ¿o es fruto de mi imaginación?... :)

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lunes, 23 de abril de 2012

SEAN FELICES


Un saludo a todos de todo corazón.

Se me ha preguntado: “¿Qué puedo hacer para ser feliz?”

Pues se me ocurre, más que señalar qué hacer, escribir sobre creencias erróneas que tenemos sobre la felicidad y la alegría.

La primera de ellas, más común de lo que podemos pensar, es actuar de manera infantilmente egoísta. No sólo egoísta, sino infantilmente egoísta. Me explico: ¿No has visto nunca lo que hace un niño pequeño cuando se enfada? Dice: “Sino consigo esto dejo de jugar”. Decide que si algo no sucede como él quiere, prefiere auto dañarse y dejar de disfrutar del juego. Los mayores hacemos exactamente lo mismo. Nos decimos: “si no consigo esto, me NIEGO a ser feliz”. Y así nos van las cosas, ¿verdad?

Así que lo primero sería examinar si actuamos de esta manera en algún ámbito de nuestra vida.

La segunda creencia errónea sobre la felicidad que conozco es que pensamos que puede ser obtenida o fabricada artificialmente. Buscamos formulas, sistemas y mapas. Aquí entra el factor tiempo. Eso significa que ponemos el tiempo como meta. Nunca nos tomamos el momento presente como la fuente de la felicidad.

Creemos que la felicidad es algo que obtendremos en algún momento del futuro.

“Cuando llegue este momento podré ser feliz”.

Pero eso NUNCA va a suceder, ya que el futuro como tal no existe. Es siempre un pensamiento. Pensamos sobre el futuro, pero nunca llegamos allí. Porque cuando lo hacemos, es el momento presente. ¿Entiende? 
Es como un juego mental en el que simplemente nos dedicamos a POSPONER nuestra felicidad. Así nunca conseguiremos encontrarla. Es una guerra perdida por propia definición.

La tercera creencia errónea sobre la felicidad es que ésta se obtendrá a partir de objetos externos a nosotros. “Cuando obtenga el coche nuevo, entonces seré feliz” “Cuando me compre ese televisor de pantalla plana, entonces…”

Pero olvidamos que esas “cosas” pueden darnos un placer momentáneo, un momento de euforia por la conquista que durará muy poco tiempo. Y cuando esta sensación se pasa, ¿entonces qué? Pues sentiremos que el objeto en cuestión era insuficiente y que hará falta buscar otro mejor. Porque eso sí: “Cuando consigamos una casa nueva, ahí es que voy a ser definitivamente feliz”. Así perpetuamos la búsqueda, aumentando cada vez el nivel de los objetos. Puede que consigamos tener de todo, pero seguiremos sintiéndonos vacíos. Nuestra historia está llena de personas que lo tenían todo y eran terriblemente infelices y desdichados. Ponga usted, querido lector, nombres a esas historias.

Lo he dicho muchas veces. La felicidad nace de nuestro interior, la llevamos de fábrica. Podemos dejar que surja. Que crezca desde dentro hacia fuera, y no el proceso contrario.

Recuerdo una historia zen que se me antoja llena de significado.

Decía más o menos así: 
Estaba un monje zen meditando al lado de un río. Cuando llegó la noche fue asaltado por un ladrón. El monje de muy buen grado le dio su ropa y sus mantas de abrigo. El ladrón se marchó extrañado de la facilidad con la que había obtenido su botín, pero contento al fin y al cabo. El monje observaba la luna que brillaba en su plenitud y se reflejaba majestuosamente en el río y pensaba: “Ojalá hubiera podido darle la luna”.

Gracias a todos por estar ahí fuera. Sean felices por favor.

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domingo, 22 de abril de 2012

FRACASO


Un saludo a todos de todo corazón.

Las personas habitualmente tenemos asociado una gran problemática al hecho de las pérdidas. Alguno se estará preguntando, “Pues vaya descubrimiento ha hecho éste, ¿no es así con todo el mundo?”

Pues una vez más le recuerdo que todo es relativo, y que perder o fracasar en algo no implica necesariamente que tengamos que tomarlo como una pérdida.

Y esto no es sólo una treta filosófica, una discusión entre “sabios”. No señor. La humanidad está llena de ejemplos de personas que encontraron sentido a un refrán tan simple como el de “Dios cierra puertas, pero abre ventanas”.

La otra mañana mi hijo mayor me comentaba que por primera vez en un par de meses había conseguido marcar un gol durante un partido. Mi hijo está inscrito en una escuela de fútbol, y al principio se había desilusionado un poco al haber encontrado el deporte más difícil de lo que él mismo se esperaba.
El caso es que no dudé en aprovechar la oportunidad para recordarle que cuantas más veces intentase tirar a puerta, cuántas más veces fallase, la probabilidad de acertar y marcar un gol es mayor.

Le comento otro ejemplo de constancia y paciencia, que visto desde mi punto de vista no es otra cosa que sabiduría del “cómo funcionan las cosas”. Quizá usted haya leído alguna vez algún libro de la colección “Sopa de pollo para el alma”. ¿Sabía que sus escritores fueron rechazados por editoriales a la hora de publicar su obra 142 veces?

Piénselo bien: ¡142 veces!

Me maravillo al pensar que estas personas nunca perdieron la fe, la verdadera, y siguieron insistiendo una y otra vez. Pregúntese: “¿Hasta dónde hubiese aguantado yo?”

Lo más seguro que al llegar a 100 rechazos nos hubiera parecido un número redondo y más que suficiente para darnos por vencidos (y para justificarnos a nosotros mismos).

Pero estas dos personas, ahora millonarias debido al éxito de su libro (y de una serie de ellos que siguieron al primero) aguantaron 42 rechazos más.

Así que si durante un tiempo no marcas goles… ¡Sigue insistiendo! ¡No dejes de jugar!

Un resultado negativo, o mejor dicho, distinto al que esperabas no tiene por qué ser un fracaso. Lo peor de todo es que tenemos esa mala costumbre y a menudo desistimos de cualquier proyecto al primer mal resultado.

Pero mi pregunta es: ¿Existe algo así como un mal resultado?

Cuanto más lo intentas, pasan dos cosas: primero debes de aprender: ¿Qué es lo que he hecho mal? Porque no se trata de estar repitiendo los intentos una y otra vez sin cambiar algo, sin buscar qué es lo que se puede mejorar. De otra forma sería como ir presentando un libro cientos de veces al mismo editor. Si éste le rechaza puede preguntar qué tipo de libro es el que prefiere (por si decide ir escribiendo otro mientras tanto) y al mismo tiempo ir buscando a otro u otros editores. Otro ejemplo: Paulo Coelho (el famosísimo escritor brasileño) no pudo publicar ninguna de sus obras en su país. Mira que Brasil es grande, pero terminó siendo aceptado por una pequeña editorial catalana que estaba recién comenzando su andadura comercial. ¿Buscaría usted en otro país lo que no encuentra en el suyo, o se conformaría con “lo que hay”, porque “malo conocido es mejor que malo por conocer”?

Así que hay que aprender de cada resultado, mejorar si es posible, ver lo que no ha funcionado y cambiarlo.
Lo segundo que es importantísimo es darse cuenta de que es una cuestión de estadística matemática. Cuanto más lo intenta más se acerca a un resultado positivo. Sin importar cuántas veces haga falta para conseguirlo.

“Dios cierra puertas pero abre ventanas”.

Alguno de ustedes estará pensando que depende en qué casos esto que les explico podrá ser aplicado o no. En casos extremos como enfermedad y demás, pues bueno, hay no habrá nada que hacer, ¿no?

Entonces déjeme que le cuente la historia de W. Mitchell. Un tipo aventurero y bien parecido que sufrió un terrible accidente de moto. Sufrió quemaduras en todo el cuerpo. Su rostro quedó brutalmente desfigurado. Pudo reponerse a heridas que médicamente deberían haberle matado. No obstante no se vino abajo y siguió siendo un aventurero alocado hasta que otro accidente (sí, sí, otro), esta vez de avioneta, le dejó en parapléjico en una silla de ruedas.

¿Fue ahí cuando Mitchell se deprimió? ¿Cuándo desistió? Pues no. Aunque reconoce que no fue fácil, siguió adelante. Hoy por hoy es dueño de un ente empresarial, está felizmente casado y se presentó a las elecciones para senador de los Estados Unidos bajo el lema: “No soy un guapo más”.

Por supuesto Mitchell también se dedica a dar charlas motivacionales por todo el mundo. Habla de que hay que seguir adelante, de que no hay que desistir. Pero también incluye, y le da la mayor de las importancias, al hecho de que hay que ser agradecido por lo que se tiene, aunque nos parezca poco. Suele comentar: "Por lo menos ustedes tienen una cara. Ya tienen más que yo”.

¿Existe algo así que podamos llamar fracaso?

No, claro que no. Es simplemente que todavía no hemos sabido hacerlo de la manera adecuada. Habrá que seguir probando, buscando la manera. No desistiendo.

Me gusta aquel dicho que decía: “Para atrás… ni para coger carrerilla”.

Gracias a todos por estar ahí fuera, si leen esto es porque todavía no han desistido.

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sábado, 21 de abril de 2012

LIBERANDO APEGOS


Un saludo a todos de todo corazón.

Se me ha preguntado: ¿cómo podemos lidiar con un apego emocional muy fuerte? Se puso el ejemplo de la pérdida de una relación emocional a la que una persona, una mujer, se queda apegada y sufre un duelo muy prolongado y doloroso debido a una traición sentimental.

Lo primero que tenemos que saber es qué es el apego exactamente. Se trata de la facultad mental de quedarse “pegado” a una determinada emoción y de su pensamiento/creencia asociado. Todo este complejo de sentimiento y pensamientos asociados se queda repitiéndose una y otra vez de manera obsesiva amplificando la emoción y ésta de nuevo creando más pensamientos afines y así sucesivamente en un ciclo sin control.

En el ejemplo anterior la persona sufre accesos de dolor al recordar al amado que ha perdido, creando en su mente pensamientos asociados del tipo “quiero volver pero no puede ser”, “no valgo para nada”, “me siento solo/a”, “no puedo soportarlo más”, etc, etc. Los pensamientos provocan más sentimientos de ansiedad, pena, ira, depresión, que a su vez crean más pensamientos, que producen más dolor y de nuevo más pensamientos…

Todo eso se queda dando vueltas en nuestra mente y no somos capaces de desprendernos de ello.
O por lo menos no sabíamos cómo hacerlo.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es responsabilizarnos de nuestras emociones, que no de los actos de los demás. Aquí tengo que señalar que es muy importante la manera en la que expresamos nuestros sentimientos, porque nuestro propio cuerpo escucha y reacciona a nuestras palabras. (Buen momento ahora para leer el post de ayer titulado “USTED ESTÁ VIVO”).

Volviendo a nuestro ejemplo, esta chica hablando con una amiga le comenta: “Él me dejó”, “me han hecho esto”, “me traicionaron”, etc, etc.

Y éste es un error fundamental, porque en realidad esta persona no está comentando lo que siente. Está, y tome nota, haciendo una descripción de lo que otros han hecho. Está describiendo la conducta de los demás en vez de expresar lo que verdaderamente siente.

Este error lo cometemos constantemente.

Tome la responsabilidad de sus sentimientos y expréselos, eso sí, de manera impersonal. Tome el control de sí mismo.

Así que, con la sinceridad que existe al enfrentarse a uno mismo, exprese con palabras exactamente lo que siente y dónde lo siente.

“¿Sabes que hace dos años fulanito me traicionó?”… MAL.

“Me siento deprimida, ansiosa, estoy fatal”… MAL TAMBIÉN. Porque como puse un poco más arriba, describa sus sentimientos de forma impersonal. ¿Siente una opresión en el pecho? Pues dígalo: “Opresión en el pecho”. Y ya está. Céntrese en lo que siente y después de identificarlo déjelo marchar.

“Ansiedad y miedo”… BIEN.

“Ira, aquí” (mientras se toca el estómago)… BIEN.

Ahora le será mucho más sencillo dejar ir este sentimiento.

Ya no lo personaliza en cuanto es algo que le pasa a usted (y sólo a usted). Tampoco se esconde detrás de los actos que han hecho otros. Sólo se centra en una sensación que se ha alojado en su cuerpo y se relaja para dejarla marchar una vez que ha sido bien identificada.

Otro sistema parecido para identificar estos patrones de apego perjudiciales es el siguiente.

1.       Pregúntese qué le pasa y expréselo de la manera habitual: “Mengano me ha hecho una mala jugada, me odia, me traiciona”.

2.       Pregúntese ahora: “¿Está seguro/a de eso?” En el ejemplo anterior: “¿Está seguro de que le odia?”. Puede ponerse en el lugar del otro para no demonizar al otro, y no centrarse en los hechos sino en sus propios sentimientos.

3.       Pregúntese: “¿Cómo me siento?” Exprésese de manera impersonal, como ya expliqué: “Ansiedad en el pecho” “Tensión en el cuello”.

4.       Pregúntese: “¿Cómo estaría hoy si no estuviese sintiendo esto?”. En el ejemplo: “Estaría contento/a porque hace un día fantástico”…”porque me sentiría fuerte”…” porque saldría con mis amigos”... etc, etc.

5.       ¿A qué espera para liberar sus emociones y disfrutar de lo que podría estar haciendo? Use sus respuestas del punto 4 como guía.

¿Entiende el verdadero poder que encierran estos simples ejercicios?

Hágalos, experimente con usted. Al fin y al cabo es su verdadero y único laboratorio.

Gracias a todos por estar ahí fuera al otro lado de la pantalla.

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viernes, 20 de abril de 2012

USTED ESTÁ VIVO

Un saludo a todos de todo corazón.

En el post de ayer hice hincapié en una cita de Mark Twain que hablaba del significado del amor incondicional.

Hoy me gustaría hablar de un sentimiento parecido al amor. Sólo que este amor no es un proceso mental que pueda ser provocado. Por supuesto no me estoy refiriendo a los estados amorosos cotidianos que muchas veces tienen que ver más con el deseo, casi siempre físico, más que con el significado que me he propuesto desentrañar.

Este amor es una base que llevamos “de fábrica”. Si miras a un bebé a los ojos sabrás exactamente a lo que me refiero. El bebé se encuentra satisfecho por sí mismo. Siente un gozo interior sin necesidad de artificios. Cuando aparece en él una necesidad se encarga inmediatamente de hacerlo saber (a nosotros y, a menudo, al resto del vecindario).

Por eso podíamos llamar a este sentimiento: amor interno. Porque lo llevamos dentro, grabado en nuestra consciencia. No se provoca con nada. Simplemente está ahí. Y aparece cuando se le permite hacerlo; cuando no estamos ocupados con otras cosas tan importantes como lamentarnos de nuestro pasado y asustarnos con el futuro.

Tiene mucho que ver con el estado de Conexión del que hablé hace unos días. De hecho dejaré que usted mismo resuelva esta relación.

Por decirlo de otra manera distinta, es sentir el gozo de estar vivo por el mero hecho de estarlo. Y aunque ahora parezca difícil de entender (sobretodo si nunca lo ha sentido), es independiente de las situaciones a su alrededor.

¡Incluso en momentos de pérdidas, ya sean personales o materiales, esta sensación de gozo vital puede acompañarle!

Piense en su cuerpo como un universo en sí mismo. Es un sistema complejo de células vivas, cada una de ellas trabajando, alimentándose, reproduciéndose. En usted hay una media de 60 billones de seres vivos, cada uno sintiente y reactivo. Y agradecido también.

Toda esa vida la lleva consigo allá donde va. De hecho, y aquí hay un descubrimiento importante, no hay diferencia entre estas células y usted mismo. No son aparte suya, ¡son usted! No existe una barrera en donde acaban las células, los órganos en los que se organizan o los sistemas de trabajo (como el sistema circulatorio) y usted.

Esta relación íntima, por darle algún nombre, queda palpable en los ejemplos que siguen:

1. Cuando usted tiene (o mejor cuando cree que experimenta) un gran problema células de su estómago empiezan a trabajar más de la cuenta. Su exceso en la creación de ácidos y la alteración de las células de barrera y protección de su estómago desembocan con el tiempo en una úlcera.

2. Se enfrenta a una prueba deportiva. Minutos antes se relaja y visualiza con detalle lo que tiene intención de hacer. No deja margen a la duda. Siente la emoción y disfruta del logro como si ya lo hubiese conseguido. Aprovecha y, antes de comenzar la prueba, agradece a las células del cuerpo su contribución y trabajo durante los meses anteriores de duro entrenamiento. Realiza su prueba y ¡obtiene un gran resultado!

No son ejemplos que le deban sorprender. Seguro que de alguna manera u otra ha experimentado momentos parecidos.

No es que el cuerpo le escuche. Es mucho más que eso. Ambos son lo mismo, interdependientes. De hecho, si las células de su cuerpo deciden amotinarse, reproducirse en exceso y de forma anárquica, atacando a las demás todavía fieles… le llamamos cáncer.

Es el momento de ofrecerle un pequeño ejercicio.

Siéntese cómodamente. Si es posible en un espacio donde puede disfrutar del silencio. Pero si no es así también puede salir a dar un paseo por un parque, sentarse en un banco, o incluso disfrutarlo en su cafetería favorita.

Permanezca un momento en paz, en calma y en silencio disfrutando de lo que el paisaje tenga que ofrecerle. Si está en una habitación deje que los sonidos del ambiente aparezcan y desaparezcan sin dejar huella. Si está en un ambiente en silencio, disfrute de ese silencio. Es importante estar atento de forma que los pensamientos no le lleven al pasado o al futuro. Manténgase en el presente del lugar donde se encuentre.

Después de un espacio de tiempo pequeño, de unos tres a cinco minutos, concéntrese en las sensaciones del cuerpo. Empiece por sus pies y vaya subiendo por el resto de su organismo. Si tiene conocimientos suficientes, haga paradas en todos los sistemas que recuerde, como los su vejiga, intestinos, corazón, etc, etc. Hágalo en orden de ascendente para que le sea más fácil de hacer y de recordar. Al principio agradezca a cada parte el trabajo que realiza, luego déjese llevar por las sensaciones que le transmita. No es un ejercicio que le deba llevar mucho tiempo.

Cuando termine su recorrido sienta la vida a nivel global en todo el cuerpo. No es un objeto, no es su propiedad, es usted mismo. Sea una vibración, un hormigueo o un gozo que poco a poco se va apoderando de usted, disfrute de este momento el mayor tiempo que le sea posible.

¡Acaba de sentirse vivo quizá desde hace mucho!... ¡Chán, chán!

Cuanto más haga este ejercicio, no sólo le será más fácil hacerlo. Sino que podrá pasar de ir parte por parte a agradecer y sentir su gozo interior en el momento que lo necesite. ¡Incluso la mayor parte del día si es su deseo!

Así podremos acabar con la ilusión de la desesperación que nos produce la vida cotidiana a pasar a la gratitud y disfrute por el mero hecho de estar vivos.

Dejaremos a un lado la angustia de sentirnos un ser solitario, triste, y abandonado a pasar al goce compartido de billones de vidas agradecidas.

Vaya… ¿A qué está esperando?

Gracias a todos por estar ahí fuera (o ahí dentro) vivos… muy vivos

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PD: Este post está dedicado en especial a mis alumnos de meditación. Ya que hoy no pude impartir nuestra clase, estudiad el contenido de este post y practicadlo. Lo comentaremos en la próxima... ¡Chán, chán!



jueves, 19 de abril de 2012

CONSPIRACIÓN

Un saludo a todos de todo corazón.

Una persona anónima ha hecho dos comentarios en dos post distintos pero presentándome la misma queja. Así que voy a contestarle desde aquí. Los comentarios no los he publicado.

Querida amiga:

Te quejas sobre la influencia que el entorno te ha provocado. Dices que eras una persona normal, comunicativa, fuerte e independiente. Pero que un día todos los demás empezaron a comportarse distinto contigo. ¿Todos como en una conspiración? Y que después, justificándote en el cambio de los demás, tú también empezaste a cambiar.

No quiero equivocarme en esta valoración pero usando tus mismas palabras, me comentas:

“(…)empezaron a tener un comportamiento anómalo con ella a nivel social (…) de forma que no entendía lo que estaba pasando (…) los demás no cumplían con su parte, como si todo el mundo fuera responsabilidad suya (…) los demás estaban haciendo teatro para que se tomara las cosas como si fuera verdad (…)”

Estos son extractos del primer comentario en el que me cuentas la historia como “si le pasase a una amiga”.

En un segundo comentario de otro post dices:

“(…) cuando te encuentras a gente que empieza a hacer una representación a tu alrededor (…) acabas por no saber cómo comportarte (…) pues digas lo que digas no funciona (…) La cuestión es cómo hacer las cosas cuando no depende de ti (…) no me reconozco en la obsesión (…) en ver cómo la gente quiere controlarlo todo (…)”

Para empezar tengo la sensación de que tienes una obsesión (usando tus mismas palabras). Diga lo que te diga, creo que no voy a conseguir llegar a ti. Pero voy a explicarme de todas maneras pensando en que a algún otro lector pueda encontrar ayuda en mi humilde opinión. Recordemos que como tal, no es un dogma, es un comentario de otro ser humano que también puede estar equivocado. Dejando todo claro, empiezo:

Focalizas tu problema en los demás, en lo externo. Has creado una entidad, “los otros”, que conspiran de alguna manera cambiando su comportamiento con una finalidad misteriosa, pero que al final te provoca una serie de malestares y cambios de personalidad. “Falta de espontaneidad”, dicho por ti misma.

Aquí encuentro un problema, y usando la autoridad médica que poseo, creo que es un problema que necesita atención especializada. Sobre todo porque te amparas en esa “conspiración” para justificar tu comportamiento. Incluso te permites decir que cualquiera que viviese tu situación le pasaría exactamente lo mismo. Pero lamento decirte, siempre desde el respeto, que no es así.

Es cierto que las personas no somos seres independientes. Nos necesitamos los unos a los otros para poder sobrevivir. Además para ayudar a esta evolución hemos creado una serie de reglas como hacen los niños cuando se plantean un juego. Esas reglas o leyes, conforman las normas de comportamiento de cada cultura. Son las leyes, constituciones, impuestos, los mercados, las comunidades de vecinos, y toda la patulea necesaria para la convivencia.

Pero, aunque necesario, no debemos olvidar que nos se trata más que de un juego. De un concierto de derechos y obligaciones puestas en común, y como tales tienen recovecos, trampas y atajos. Eso está bien claro los cinco primeros minutos que pongas las noticias en el televisor.

Todo tiene un precio (infringir normas también)

Por eso como budista te recomiendo que siempre, en todo momento y lugar, actúes de la mejor (más amable, benigna y educada) manera posible con tus semejantes.

Porque de lo que se siembra se recoge, y si lo vemos desde un punto de vista práctico, prefiero acumular méritos que puedan beneficiar a todos (incluyéndome) SIN IMPORTARME UN PIMIENTO LO QUE LOS DEMÁS PIENSEN DE MI.

La enseñanza más profunda que existe en esta reflexión es que todo está en la mente.

Nadie sabe en realidad lo que los demás cargan en sus pensamientos. Y no es sano en absoluto tener la seguridad de que sí que lo sabemos. Me escribes: “Es muy perceptiva y capta verdaderamente las intenciones de los demás”. Eso no es posible, ¿entiendes? No existen esas certezas.

No puedo controlar lo que los demás piensan de mí. Ni siquiera me aventuro a intentar averiguarlo, porque no puedo y porque en realidad no tiene la menor importancia.

“Haz el bien y no mires a quien” es un viejo refrán que podemos aplicar en nuestra vida diaria porque además encierra una sabiduría milenaria.

¿Y los demás? Habrá que darles amor, no porque esperemos algo a cambio. No porque nos importe el “qué dirán”. Hacemos el bien ajeno porque elegimos el amor incondicional sobre otros tipos de comportamiento. Es una mezcla entre sabiduría y altas dosis de sentido común.

Sobre todo no olvides que tus opiniones, conspiraciones y malestares están únicamente en tu mente.

¿Cuál es verdadero significado del amor incondicional? Dijo Mark Twain: “el amor incondicional es el perfume que deja la rosa en la suela de tu zapato después de haberla pisado”.

Querida amiga anónima, si me permites una recomendación respetuosa, no busques el problema fuera de tu mente, no culpes a los demás por su comportamiento. Aceptar eso sería imprescindible. Luego buscaría ayuda profesional.

Gracias a todos por estar ahí fuera, y a ti amiga por comentar.

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CAMBIO EN LAS CLASES DE ESTE VIERNES 20

Un saludo a todos de todo corazón.

Las clases de mañana tendrán que posponerse. En cuanto tenga más información pondremos la fecha para la recuperación.

Disculpen las molestias.



miércoles, 18 de abril de 2012

FE Y CONEXIÓN

Un saludo a todos de todo corazón.

Me gustaría hacer patente uno de los beneficiosos estados mentales que podemos disfrutar y muchos de nosotros hemos olvidado.

Ya sea porque la vida nos ha maltratado o porque simplemente no hemos sido educados de esta manera, se nos escapa el sentir la Fe espiritual.

Y se me ocurre llamarlo Fe espiritual, y tengo mucho cuidado de no darle tinte religioso alguno, porque, como pronto el lector comprenderá, se trata de algo universal al alcance de todos.

Por supuesto no me refiero a la falsa Fe de alguna religión que viene a decir: “Mira, esto no es demostrable, pero es Verdad. La tradición así lo dice, así que tienes que creerlo (a la fuerza)”.

No es éste el tipo de Fe del que pretendo escribir esta fresca mañana. Nada más lejos de mi intención.

Me gustaría aproximarle, si me lo permite, a la Fe que nace cuando experimentamos la conexión con el todo.

La mayoría de la gente asocia espiritualidad o religión a algún tipo de creencia ligada a la falsa Fe. Cuando alguien se le acerca y le informa de que pertenece a esta o aquella religión, o practica una forma de técnica espiritual, automáticamente se nos viene a la cabeza: “¿Y éste en qué cree?” “Estos son los que creen que el mundo es… que vendrá fulano y les salvará…”, ¿verdad?

Asociamos religión o espiritualidad a una creencia.

En realidad si examinamos etimológicamente el término religión (del verbo latino religare), viene a decir “volver a conectar”. ¿Con qué? Con la realidad. Aunque usted después llamará a esa realidad “dios”, “energía”, “ser”, “naturaleza búdica”, “mente clara”, “atman”, o de la manera que su cultura le haya enseñado a llamarlo.

Pero como he dicho antes, lo hará por creencia, por tradición o por obligación, no porque en verdad haya entrado en contacto con aquello.

¿Y cómo podemos “conectar”?

Es la pregunta del millón.

Pero si me permite ser un poco juguetón, que no evasivo, le voy a plantear ejemplos de situaciones de su vida que es posible que haya podido sentir la “conexión”.

Los niños tienen una capacidad muy superior a la de los adultos a la hora de conectar. Ésta es una buena pista.

Piense en alguna vez que haya admirado un bello paisaje. En ese momento de hermosura sucedió algo mágico. La mente, su mente cotidiana y farfullera, se detuvo. Es como si la distancia entre usted y lo que veía, oía, experimentaba, hubiese desaparecido. Cuando la mente se calla, los pensamientos obsesivos sobre su pasado o su futuro desparecen. Todo su ser se dedica a la contemplación (en el ejemplo del paisaje). Se siente ligero, ilusionado, lleno de energía.

Estaba usted conectado.

Y en ese momento no existía un ambiente religioso en particular a su alrededor. Sólo un paisaje natural, el sonido del mar, la cascada de un río, o el viento susurrándole entre las hojas de los árboles. Es cierto que esta experiencia también puede ocurrir en momentos de exaltación religiosa, pero creo que es mucho más importante que sepa que antes que nada es una experiencia natural.

También le ha podido suceder al practicar un deporte extenuante, ante la mirada de un bebé, o al observar cómo juegan un par de gatitos.

La conexión con el todo ocurre durante nuestra existencia de forma natural y espontánea. Forma parte del proceso de nuestra vida, y, como toda experiencia, puede ser fomentada y practicada.

No es que tengamos que hacer “algo” para sentirla. Más bien sucede cuando dejamos de tener la mente obsesiva dando vueltas y vueltas a nuestros problemas. Así que no es un proceso de hacer, sino de permitir. ¿Entiende?

Una vez que sabe, a través de su experiencia, como se siente el conectar con el todo, también entiende de primera mano la poderosa Fe espiritual que ha generado.

Ahora comprende.

Si quiere una práctica, o una receta mágica que pueda ayudarle, voy a proponerle un ejercicio sencillo.

Recuerde que yo no puedo enseñarle el camino. Ni se me ocurre, porque eso no es posible. Pero me atrevo, con su permiso, a señalarle de manera indirecta por dónde va el sendero.

Levántese muy temprano por la mañana. Muy temprano quiere decir a eso de las tres o las cuatro de la madrugada (nadie ha dicho que esto iba a ser fácil). Salga al balcón de su casa (si eso es posible) o incluso, si su ciudad no es peligrosa, camine por su barrio. Disfrute de las sensaciones que le ofrece la ciudad que duerme.

Escuche el sonido del silencio. Sí, sí, he escrito bien. Escuche el sonido del silencio. Disfrute de la belleza a su alrededor.

Es posible que ocurra.


Gracias a todos por estar ahí fuera conectando a través de la pantalla de su computadora.

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martes, 17 de abril de 2012

HUMILDAD

Un saludo a todos de todo corazón.

Se me ha pedido una reflexión sobre la humildad, y me gustaría enfocarla respondiendo a la pregunta: ¿por qué una persona actuaría humildemente?

Lo primero que me viene a la mente son aquellas personas que utilizan la humildad como un refuerzo de su ego. Son humildades falsas que hay que descartar inmediatamente. Se hace lo que se hace con un objetivo, que es el ser valorado en la acción.

Es, por poner un ejemplo sencillo, quitarse un traje para ponerse otro, cuando lo que habría que hacer es ir desnudo.

El humilde falso busca el reconocimiento de los demás a través de su humildad, a través de su sufrimiento. Por desgracia en las templos budistas siempre hay una persona así, que pretende utilizar su actitud como ejemplo ante los demás. “Yo estoy más tiempo sentado en zazen” “Mis asanas son más dolorosas y permanentes que las de cualquier otro” “Yo soy el que hago el mayor sacrificio” Es una forma de obtener poder ante los otros, de que se les valore para que luego su opinión, sus juicios de valor, sean doblemente escuchados y tenidos en cuenta.

Es evidente que no hay que irse a un templo budista para encontrar actitudes como ésta, y en nuestro medio, eminentemente católico, encontramos ejemplos muy parecidos de falsa humildad, apego a una liturgia excesiva, y una tremenda facilidad hacia el juicio ajeno.

Así que este tipo de humildad queda descartada, y vuelvo a preguntarme: ¿Por qué una persona actuaría humildemente?

Una persona humilde, verdaderamente humilde, tiene que ser alguien muy sabio. Debe de haber aprendido secretos importantísimos sobre el funcionamiento de la vida. De hecho sabiduría y humildad suelen ir siempre de la mano.

No puede ser de otra forma. Allá donde usted encuentre soberbia significa que existe a su disposición todo un tesoro en ignorancia.

Cualquier vía espiritual que se precie de serlo debería llevarle directamente ahí, a la humildad verdadera. El Budismo es una de esos caminos abiertos a la sabiduría.

¿Y qué tipo de sabiduría es ésa? ¿Cómo podemos obtenerla?

Una persona sabia no es humilde porque lo dicta una ley milenaria, porque lo haya ordenado una divinidad, o porque sea lo más conveniente a nivel ético y moral. La humildad nace de su cordura y coherencia más absoluta al saber cómo funcionan las cosas.

La persona sabia realiza que las personas no somos entidades independientes, más bien todo lo contrario. Somos sistemas abiertos y dependientes de multitud de factores. La falta de cualquiera de estas piezas llevaría de inmediato al colapso del sistema, o dicho más sencillamente a la muerte.

Además el sabio comprende que no somos inmortales. La impermanencia existe en todos y en todo. Nos une como un lazo común, por lo que experimenta sus deseos y apegos de forma mucho más realista. Sabe que el tiempo es inexorable e indeterminado, así que no malgasta su aliento en iras, enfados, intrigas, críticas o juicios chismosos e infundados.

Tiene una tendencia natural a la gratitud universal. Si usted, querido lector, pretende aumentar un poco la verdadera humildad en su vida cotidiana, debería comenzar por este punto. En todo momento y en todo lugar siéntase agradecido por los dones de que disfruta. Lo normal es que esté habituado a fijar la atención en aquello que le falta… ¡grave error!

Fijarse en lo que le falta solo puede llevarle a situaciones de dolor espiritual, deseos no realizados, e incluso imposibles, y estados mentales muy negativos como al ira o la depresión.

Levántese por la mañana, un momento del día excelente para comenzar su práctica, y agradezca cada cosa en donde se posen sus ojos: su cuerpo por su belleza y la salud de la que disfruta (aunque no sea completa). Su habitación por ser confortable y abrigarle durante las noches heladas. Si tiene pareja agradezca su compañía, su amistad y su amor.

¿Hace falta que siga o ya sabe lo que hay que hacer?

La gratitud nos ofrece una buena perspectiva para fundamentar una verdadera humildad.

La gratitud también pasa por nuestros logros. Pongamos el ejemplo de la profesión. Podría creerme una persona muy importante si mi profesión fuese socialmente reconocida, y económicamente muy bien remunerada. Pero la persona sabia, y por ende agradecida, con rapidez reconocería el papel de sus padres y maestros que le dieron las facultades y enseñanzas para el ejercicio de su carrera. No se sentirían los hacedores de sus logros. Dicho de otra manera, no se sentirían merecedores de mérito por sus hazañas profesionales. Más bien sentirían que sus logros suceden a través de ellos siguiendo un largo camino de personas en las que se incluyen padres, maestros y ellos mismos.

Como si el universo entero conspirase para que cada acto sucediese en un determinado momento.

Es una sabiduría llena de hermosura y frescor. Agradecer con humildad, llenarse de sabiduría y dejar que el universo nazca a través nuestro. Mentiría si dijese que no me siento muy emocionado.

Y agradecido.

Gracias a todos por estar ahí fuera. Gracias, gracias y gracias.


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lunes, 16 de abril de 2012

MATICES

Un saludo a todos de todo corazón.

Esta mañana me he levantado pensando en lo hermoso que es recibir una sonrisa sincera. Muchas veces no se necesita nada más. Una sonrisa, una mirada, un gesto…

Llevamos demasiado tiempo anclados al sistema de definiciones de las palabras. Se nos ha perdido el lenguaje del resto del cuerpo, tan rico en matices y significados.

Una persona se habitúa a utilizar su lenguaje oral como único procedimiento a la hora de poder comunicarse con los demás. Es como si, cuando te encuentras con otra persona, necesitas encontrar las palabras adecuadas, decir lo correcto, quedar educadamente bien posicionado utilizando esos instrumentos.

Porque al final, las palabras no son más que meras herramientas.

La mente posee el defecto de conceptualizarlo todo. Hasta el punto de conceptualizar cosas que en verdad no existen físicamente.

Me explico poniendo el ejemplo de la justicia.

¿Qué es la justicia? Seguro que todos nosotros podemos dar alguna respuesta, pero en realidad la justicia no es nada. No existe en la materialidad. Es un concepto, una utopía, una regla, una ley, pero no posee existencia, ¿entiende? No la puede usted mostrar. No me la puede traer ante mis sentidos más allá de una conjetura, de un juego de palabras.

Podemos pelear por ella, matar por ella, pero ese “ella” no llega más lejos que ser una presunción de ideas. De hecho, ese conjunto de conceptos puede variar muchísimo si cambiamos de un marco cultural a otro. Lo que es justo (y legal) en una aldea de África Central no nos lo parece tanto a los europeos. Nos puede parecer incluso todo lo contrario, una barbarie (véase la manía que tienen en algunas de estas aldeas con lo de la ablación de clítoris).

Ese tejemaneje tan extraño es propio y exclusivo de la mente humana: el hacer “castillos en el aire”.

¿Y éste es el método que elegimos para poder comunicarnos con efectividad los unos con los otros? ¿Así, con conjeturas vagas y construcciones inexistentes?

La verdad es que la palabra (procedimiento utilizado por un servidor para comunicarme con usted) es una herramienta útil en un contexto adecuado.

Pero, tal y como he empezado el post, esta mañana me he levantado pensando que una sonrisa sincera es muy hermosa, y que el rostro humano está lleno de matices y significados mucho más ricos que una miríada de elegantes y bien escogidas palabras.

Así que, como ejercicio para hoy, le recomiendo, siempre que me lo permita, que ejerza su sonrisa con otro ser humano por lo menos una vez en el resto del día. Que intente comunicarse con los otros, de ser consecuentemente posible, a través de un gesto, de una mirada. Que haga el esfuerzo de transmitir sus sentimientos con franqueza (porque si no esto no le va a funcionar) a través de otros métodos de lenguaje.

Hagamos de esta manera homenaje a un bello escrito de Tagore que me viene ahora que ni pintado para transmitirle a usted, aunque sea a través de palabras, lo que siento.

Y decía más o menos así: “Me sonríes y me hablas de nada en especial. Pero sólo por esto es por lo que he esperado tanto”.

Gracias a todos por estar ahí fuera (y aunque no puedan verme, sepan que siempre les sonrío).

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