jueves, 26 de abril de 2012

ESTOY INDIGNADO


Un saludo a todos de todo corazón.

Esta mañana de forma indirecta me he enterado de una historia y, aunque no tenga nada de espiritual, ni motivadora, ni escasamente iluminadora, me he dicho: pues la voy a contar en el blog.

Imaginemos una empresa de telecomunicaciones que tiene una pequeña tienda. Tan pequeña que habitualmente la mantiene un solo trabajador al que llamaré A. Esta persona trabaja para la empresa de forma eficiente desde hace 6 años y actualmente trabaja a jornada completa.

Hace pocos meses, menos de medio año, la empresa decide contratar a otro trabajador, que llamaremos B, durante el turno de tarde (cuando hay más clientes) a media jornada.

B no tiene interés en aprender apenas nada de su trabajo durante las pocas horas de su jornada, ya que tiene un plan secreto. B pretende hacerse un tratamiento de inseminación artificial de forma privada y aprovechar su contrato temporal recién adquirido para pedirse una baja en cuanto consiga quedarse encinta y ganarse un sueldecito mientras espera su buena nueva.

La cosa se pone interesante cuando la empresa, debido a la disminución de ventas, decide prescindir del trabajador B. Prepara su despido, por supuesto de forma legal y se dispone a comunicárselo pero… ¡B acaba de presentar su baja laboral!

B pide dos semanas de vacaciones para la inseminación (todavía en secreto para la empresa). Pero sólo le conceden una. Así que, sin saber un servidor cómo, adquiere una baja laboral contante y sonante.
La cosa es que después de su baja, cuando se incorpore es posible que esté en estado de buena esperanza. Pero a día de hoy no lo está.

Cuando la empresa se entera (eso sí, tras consultar con su gabinete legal) de todo este lío… ¿adivináis lo que decide?

Pues se les ocurre que lo mejor es despedir al trabajador A. Sí, sí, el que llevaba 6 años haciendo bien su trabajo, llevando toda la responsabilidad de la tienda durante todo este tiempo de forma eficiente y muy valorada por la clientela. Pero claro, si B está encinta y deciden despedirla les costará muchísimo más dinero que deshacerse de A, así que: ¡Viva la justicia social!

La cosa no ha terminado todavía.

Puede que el tratamiento secreto de B no funcione. Entonces cuando se incorpore, de no portar bebé alguno, se verá en la calle. Pero eso es una posibilidad. La empresa previsora y preocupada con el bienestar de sus trabajadores, ha ido avisando al trabajador A dándole la preciada noticia.

Aprovecho ahora para decir que, como digo a menudo, no hay malos ni buenos en esta historia. B no pretende hacer mal alguno, y menos provocar que pongan al trabajador A de patitas en la calle. Pero la vida es así.

Lo he dicho muchas veces. Estas reglas del juego que tenemos son exactamente eso: partes de un juego. Y como tal, tiene recovecos, atajos y trampas. Además todo es impermanente.

Aún así, aunque sea por unos segundos, me voy a permitir hablar en voz alta y decir:

“¡ESTOY INDIGNADO!”, pues sí.

Es posible que alguien haya pensado: “Bueno, vale, pero ¿tú no dices siempre aquello de que Dios cierra puertas pero abre ventanas?”.

Ji, ji, ji… ¿Sabéis una cosa?

Pues que parece que otra empresa (mayor y más poderosa) abre otra tienda del estilo enfrente de la de nuestra historia. Y han contactado con el trabajador A para ofrecerle un puesto. Más que nada por aquello que os conté que es muy eficiente, responsable y está fantásticamente valorado por los clientes.

Así que al final, la moraleja de la historia es…

Pues mira, prefiero que la moraleja se la busquen ustedes. Que yo ya me la sé, y siempre se lo pongo muy fácil.

Gracias a todos por estar ahí fuera. Y gracias sobre todo al trabajador A por contarme sus problemas.
Al final, todo va a salir genial, ya verás. 

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