jueves, 23 de agosto de 2007

Desde que el mundo es mundo, es siempre el mismo mundo

(Una respuesta un poco extensa al tema propuesto por Mariola en el mensaje anterior)
Una cosa está muy clara. El ser humano apenas ha evolucionado psicológicamente en los últimos dos mil años. Tecnológicamente es otra cosa, pero podríamos decir que el hombre de las cavernas y el hombre moderno comparten la misma mente, los mismos miedos, y el mismo instinto de autoprotección.
Es por ello que no es de extrañar que "la historia" se repita una y otra vez. Ya sabemos por la ciencia que los saltos evolutivos no son lineales. Osea que no se producen pequeños cambios en las especies, poco a poco, sino que de repente en una generación, aparece una mutación que provoca un antes y un después en su decorrer natural.
Pero en el caso del ser humano esto no ha ocurrido.
Nos gusta decir que todos queremos el bien común, un mundo feliz, y todo eso... ¿Pero qué es lo queremos en realidad? ¿No será mejor decir que queremos nuestro propio bien, nuestro mundo feliz? Y es que lo que nos empuja como manada es nuestra parcela de realidad, sin importarnos apenas la de los demás. Y esto ha sido así desde que el mundo es mundo.
De vez en cuando en la historia humana han surgido mutaciones de esas, como Jesús o Buda. Gente que ha aparecido entre nosotros con una nueva mentalidad. Nos han propuesto "amar al prójimo como a uno mismo". Pero no ha servido de nada, porque hemos seguido en las mismas. Quizá se hayan creado algunas religiones, construido monumentos, escrito millones de libros. Pero la mentalidad humana como tal ha seguido exactamente en el mismo punto.
Así que hemos conseguido algunos avances tecnológicos en pos de nuestro bien personal, apenas a nivel familiar, pero que paradójicamente está acabando con el ecosistema de la Tierra, y así en apenas unos cientos de años con toda la Humanidad.
¿Pero a quién le importa eso?
¿Es que alguna vez pensamos con seriedad y con madurez en el futuro de nuestros nietos, y en el de los suyos a su vez?
Pues no.
Y así van las cosas.
Si ya lo dijo la coplilla del Quintero:
"Son las cosas de la vida, son las cosas del querer, no tienen fin ni principio, ni tien cómo ni por qué".
Chin Pún.

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