domingo, 17 de junio de 2007

La Caridad y el Hambre


Pasado el medio día, el olor de pan caliente invadía aquella calle y un sol picante invitaba a todos a por lo menos un refresco...

Ricardito no aguantó el olor rico del pan y dijo: Papá, tengo hambre!

El padre, Agenor, sin tener un centavo en el bolsillo, caminando desde muy temprano buscando un trabajo, mira con los ojos mareados al hijo y le pide un
poco más de paciencia...

- Pero papá, desde ayer no comemos nada, tengo mucha hambre, papá!! Avergonzado, triste y humillado en su corazón de padre, Agenor le pidió al hijo que
esperara en la vereda y entró en la panadería que estaba en frente...

Al entrar se dirigió a un hombre en el mostrador: - Señor, estoy con mi hijo de tan sólo 6 años en la puerta, con mucha hambre no tengo ninguna moneda,
pues salí temprano para buscar un empleo y nada encontré, le pido que en el nombre de Jesús me dé un pan para que yo pueda matar el hambre de ese niño,
en cambio puedo barrer el piso de su establecimiento, lavar los platos y vasos, u otro servicio que usted necesite.

Amaro, el dueño de la panadería se extrañó de aquel hombre de semblante calmo y sufrido, que pide comida a cambio de trabajo y le dijo que llame al hijo...

Agenor tomó al hijo de la mano y lo presentó a Amaro, que inmediatamente les pidió que se sienten junto al mostrador, donde mandó servir dos platos de comida
del famoso PH (Plato Hecho) - arroz, poroto, bife y huevo.

Para Ricardito era un sueño, comer después de tantas horas en la calle... Para Agenor, un dolor más, ya que comer aquella comida maravillosa lo hacía recordar
a la esposa y a dos hijos que quedaron en casa solamente con un puñado de arroz... Gruesas lágrimas bajaban de sus ojos ya en el primer bocado...

La satisfacción de ver a su hijo devorando aquel plato simple como si fuera un manjar de los dioses, y el recuerdo de su pequeña familia en casa, fue demasiado
para su corazón tan cansado de más de dos años de desempleo, humillaciones y necesidades...

Amaro se aproximó a Agenor y percibiendo su emoción, bromea para relajar: - ¡Oh, María!!! Tu comida debe estar muy fea... Mira a mi amigo, ¡hasta está llorando
de tristeza de ese bife!, ¿Será que es suela de zapato? Inmediatamente, Agenor sonrió y dijo que nunca comió comida tan apetitosa, y que agradecía a Dios
por tener ese placer... Amaro le pidió entonces que se tranquilice, que almorzase en paz y después conversarían acerca de trabajo... Más confiado, Agenor
secó las lágrimas y empezó a almorzar, ya que su hambre ya estaba en las espaldas... Después del almuerzo, Amaro invitó a Agenor para conversar en los
fondos de la panadería, donde había un pequeño escritorio...

Agenor contó entonces que hacía más de dos años había perdido el empleo y desde entonces, sin una especialidad profesional, sin estudios, estaba viviendo
de pequeñas "changas aquí y allí", pero que desde hacía semanas no conseguía nada...

Amaro resolvió entonces contratar a Agenor para servicios generales en la panadería, y apenado, le prepara al hombre una canasta básica con alimentos para
por lo menos 15 días...

Agenor con lágrimas en los ojos agradeció la confianza de aquel hombre y marcó para el día siguiente su inicio en el trabajo.

Al llegar en casa con toda aquella "cantidad", Agenor era un nuevo hombre. Sentía esperanzas, sentía que su vida tomaría nuevo impulso... Dios le estaba
abriendo más que una puerta, era toda una esperanza de días mejores.

Al día siguiente, a las 5 de la mañana, Agenor estaba en la puerta de la panadería ansioso para iniciar su nuevo trabajo... Amaro llegó luego y sonrió a
aquel hombre que ni él sabía porqué, estaba ayudando...Tenían la misma edad, 32 años, e historias diferentes, pero algo dentro de él lo llamaba para ayudar
a aquella persona...

Y, no se equivocó. Durante un año, Agenor fue el más dedicado trabajador de aquel establecimiento, siempre honesto y extremadamente celoso con sus deberes...

Cierto día, Amaro llamó a Agenor para una charla y le habló de una escuela que abrió lugares para la alfabetización de adultos a una cuadra arriba de la
panadería, y que él tenía interés que Agenor estudiara.
Agenor nunca se olvidó de su primer día de clase: la mano trémula en las primeras letras y la emoción de la primera carta... Doce años pasaron desde aquel
primer día de clases... Vamos a encontrar al Dr. Agenor Baptista de Medeiros, abogado, abriendo su oficina a su cliente, y después a otro, y después a
otro más... Al medio día baja para un café en la panadería del amigo Amaro, que queda impresionado en ver al "antiguo empleado" tan elegante en su primer
traje...

Diez años pasan, y el Dr. Agenor Baptista, con una clientela en la que mezcla los más necesitados que no pueden pagar con los más adinerados que pagan muy
bien; decidió crear una institución que ofrece a los desvalidos de la suerte, que andan por las calles, personas desempleadas y carentes de todo tipo,
un plato de comida diaria a la hora del almuerzo... Más de 200 comidas se sirven diariamente en aquel lugar administrado por su hijo, el ahora nutricionista
Ricardo Baptista... Todo cambió, todo pasó, pero la amistad de aquellos dos hombres, Amaro y Agenor impresionaba a todos los que conocían un poco de la
historia de cada uno.

Cuentan que a los 82 años los dos fallecieron el mismo día, casi que en la misma hora, muriendo plácidamente con una sonrisa del deber cumplido... Ricardito,
el hijo, mandó grabar delante de la "Casa del Camino", que su padre fundó con tanto cariño:

"Un día yo tuve hambre, y me alimentaste. Un día yo estaba sin esperanzas y me diste un camino. Un día me desperté solo, y me diste a Dios, y eso no tiene
precio. Que Dios habite en tu corazón y alimente tu alma. ¡Y que te sobre el pan de la misericordia para extender a quien necesita!"

Buena historia para entender lo importante de dar la mano.


Este relato lo aporta Ramón y yo me declaro su asistente personal

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