martes, 17 de abril de 2012

HUMILDAD

Un saludo a todos de todo corazón.

Se me ha pedido una reflexión sobre la humildad, y me gustaría enfocarla respondiendo a la pregunta: ¿por qué una persona actuaría humildemente?

Lo primero que me viene a la mente son aquellas personas que utilizan la humildad como un refuerzo de su ego. Son humildades falsas que hay que descartar inmediatamente. Se hace lo que se hace con un objetivo, que es el ser valorado en la acción.

Es, por poner un ejemplo sencillo, quitarse un traje para ponerse otro, cuando lo que habría que hacer es ir desnudo.

El humilde falso busca el reconocimiento de los demás a través de su humildad, a través de su sufrimiento. Por desgracia en las templos budistas siempre hay una persona así, que pretende utilizar su actitud como ejemplo ante los demás. “Yo estoy más tiempo sentado en zazen” “Mis asanas son más dolorosas y permanentes que las de cualquier otro” “Yo soy el que hago el mayor sacrificio” Es una forma de obtener poder ante los otros, de que se les valore para que luego su opinión, sus juicios de valor, sean doblemente escuchados y tenidos en cuenta.

Es evidente que no hay que irse a un templo budista para encontrar actitudes como ésta, y en nuestro medio, eminentemente católico, encontramos ejemplos muy parecidos de falsa humildad, apego a una liturgia excesiva, y una tremenda facilidad hacia el juicio ajeno.

Así que este tipo de humildad queda descartada, y vuelvo a preguntarme: ¿Por qué una persona actuaría humildemente?

Una persona humilde, verdaderamente humilde, tiene que ser alguien muy sabio. Debe de haber aprendido secretos importantísimos sobre el funcionamiento de la vida. De hecho sabiduría y humildad suelen ir siempre de la mano.

No puede ser de otra forma. Allá donde usted encuentre soberbia significa que existe a su disposición todo un tesoro en ignorancia.

Cualquier vía espiritual que se precie de serlo debería llevarle directamente ahí, a la humildad verdadera. El Budismo es una de esos caminos abiertos a la sabiduría.

¿Y qué tipo de sabiduría es ésa? ¿Cómo podemos obtenerla?

Una persona sabia no es humilde porque lo dicta una ley milenaria, porque lo haya ordenado una divinidad, o porque sea lo más conveniente a nivel ético y moral. La humildad nace de su cordura y coherencia más absoluta al saber cómo funcionan las cosas.

La persona sabia realiza que las personas no somos entidades independientes, más bien todo lo contrario. Somos sistemas abiertos y dependientes de multitud de factores. La falta de cualquiera de estas piezas llevaría de inmediato al colapso del sistema, o dicho más sencillamente a la muerte.

Además el sabio comprende que no somos inmortales. La impermanencia existe en todos y en todo. Nos une como un lazo común, por lo que experimenta sus deseos y apegos de forma mucho más realista. Sabe que el tiempo es inexorable e indeterminado, así que no malgasta su aliento en iras, enfados, intrigas, críticas o juicios chismosos e infundados.

Tiene una tendencia natural a la gratitud universal. Si usted, querido lector, pretende aumentar un poco la verdadera humildad en su vida cotidiana, debería comenzar por este punto. En todo momento y en todo lugar siéntase agradecido por los dones de que disfruta. Lo normal es que esté habituado a fijar la atención en aquello que le falta… ¡grave error!

Fijarse en lo que le falta solo puede llevarle a situaciones de dolor espiritual, deseos no realizados, e incluso imposibles, y estados mentales muy negativos como al ira o la depresión.

Levántese por la mañana, un momento del día excelente para comenzar su práctica, y agradezca cada cosa en donde se posen sus ojos: su cuerpo por su belleza y la salud de la que disfruta (aunque no sea completa). Su habitación por ser confortable y abrigarle durante las noches heladas. Si tiene pareja agradezca su compañía, su amistad y su amor.

¿Hace falta que siga o ya sabe lo que hay que hacer?

La gratitud nos ofrece una buena perspectiva para fundamentar una verdadera humildad.

La gratitud también pasa por nuestros logros. Pongamos el ejemplo de la profesión. Podría creerme una persona muy importante si mi profesión fuese socialmente reconocida, y económicamente muy bien remunerada. Pero la persona sabia, y por ende agradecida, con rapidez reconocería el papel de sus padres y maestros que le dieron las facultades y enseñanzas para el ejercicio de su carrera. No se sentirían los hacedores de sus logros. Dicho de otra manera, no se sentirían merecedores de mérito por sus hazañas profesionales. Más bien sentirían que sus logros suceden a través de ellos siguiendo un largo camino de personas en las que se incluyen padres, maestros y ellos mismos.

Como si el universo entero conspirase para que cada acto sucediese en un determinado momento.

Es una sabiduría llena de hermosura y frescor. Agradecer con humildad, llenarse de sabiduría y dejar que el universo nazca a través nuestro. Mentiría si dijese que no me siento muy emocionado.

Y agradecido.

Gracias a todos por estar ahí fuera. Gracias, gracias y gracias.


Si desea escuchar el mp3 con el texto leído click aquí.


2 comentarios:

Didier dijo...

Gracias a ti.
No me extraña que te emociones, siendo este tema, explicándolo con esas palabras (que no son sino cuerpo de sabiduría).
Tampoco te miento si te digo que de alguna forma y aunque sea por un ínfimísimo instante he sentido que todo era misma esencia.
Gracias
Didier
(_ _)
_/\_

TSO PEMA LING dijo...

hay un dicho que mas o menos dice " dime de que presumes y te diré de que careces ", muchos budistas van de eso, y el ser budista es todo lo contrario.

saludos