miércoles, 18 de abril de 2012

FE Y CONEXIÓN

Un saludo a todos de todo corazón.

Me gustaría hacer patente uno de los beneficiosos estados mentales que podemos disfrutar y muchos de nosotros hemos olvidado.

Ya sea porque la vida nos ha maltratado o porque simplemente no hemos sido educados de esta manera, se nos escapa el sentir la Fe espiritual.

Y se me ocurre llamarlo Fe espiritual, y tengo mucho cuidado de no darle tinte religioso alguno, porque, como pronto el lector comprenderá, se trata de algo universal al alcance de todos.

Por supuesto no me refiero a la falsa Fe de alguna religión que viene a decir: “Mira, esto no es demostrable, pero es Verdad. La tradición así lo dice, así que tienes que creerlo (a la fuerza)”.

No es éste el tipo de Fe del que pretendo escribir esta fresca mañana. Nada más lejos de mi intención.

Me gustaría aproximarle, si me lo permite, a la Fe que nace cuando experimentamos la conexión con el todo.

La mayoría de la gente asocia espiritualidad o religión a algún tipo de creencia ligada a la falsa Fe. Cuando alguien se le acerca y le informa de que pertenece a esta o aquella religión, o practica una forma de técnica espiritual, automáticamente se nos viene a la cabeza: “¿Y éste en qué cree?” “Estos son los que creen que el mundo es… que vendrá fulano y les salvará…”, ¿verdad?

Asociamos religión o espiritualidad a una creencia.

En realidad si examinamos etimológicamente el término religión (del verbo latino religare), viene a decir “volver a conectar”. ¿Con qué? Con la realidad. Aunque usted después llamará a esa realidad “dios”, “energía”, “ser”, “naturaleza búdica”, “mente clara”, “atman”, o de la manera que su cultura le haya enseñado a llamarlo.

Pero como he dicho antes, lo hará por creencia, por tradición o por obligación, no porque en verdad haya entrado en contacto con aquello.

¿Y cómo podemos “conectar”?

Es la pregunta del millón.

Pero si me permite ser un poco juguetón, que no evasivo, le voy a plantear ejemplos de situaciones de su vida que es posible que haya podido sentir la “conexión”.

Los niños tienen una capacidad muy superior a la de los adultos a la hora de conectar. Ésta es una buena pista.

Piense en alguna vez que haya admirado un bello paisaje. En ese momento de hermosura sucedió algo mágico. La mente, su mente cotidiana y farfullera, se detuvo. Es como si la distancia entre usted y lo que veía, oía, experimentaba, hubiese desaparecido. Cuando la mente se calla, los pensamientos obsesivos sobre su pasado o su futuro desparecen. Todo su ser se dedica a la contemplación (en el ejemplo del paisaje). Se siente ligero, ilusionado, lleno de energía.

Estaba usted conectado.

Y en ese momento no existía un ambiente religioso en particular a su alrededor. Sólo un paisaje natural, el sonido del mar, la cascada de un río, o el viento susurrándole entre las hojas de los árboles. Es cierto que esta experiencia también puede ocurrir en momentos de exaltación religiosa, pero creo que es mucho más importante que sepa que antes que nada es una experiencia natural.

También le ha podido suceder al practicar un deporte extenuante, ante la mirada de un bebé, o al observar cómo juegan un par de gatitos.

La conexión con el todo ocurre durante nuestra existencia de forma natural y espontánea. Forma parte del proceso de nuestra vida, y, como toda experiencia, puede ser fomentada y practicada.

No es que tengamos que hacer “algo” para sentirla. Más bien sucede cuando dejamos de tener la mente obsesiva dando vueltas y vueltas a nuestros problemas. Así que no es un proceso de hacer, sino de permitir. ¿Entiende?

Una vez que sabe, a través de su experiencia, como se siente el conectar con el todo, también entiende de primera mano la poderosa Fe espiritual que ha generado.

Ahora comprende.

Si quiere una práctica, o una receta mágica que pueda ayudarle, voy a proponerle un ejercicio sencillo.

Recuerde que yo no puedo enseñarle el camino. Ni se me ocurre, porque eso no es posible. Pero me atrevo, con su permiso, a señalarle de manera indirecta por dónde va el sendero.

Levántese muy temprano por la mañana. Muy temprano quiere decir a eso de las tres o las cuatro de la madrugada (nadie ha dicho que esto iba a ser fácil). Salga al balcón de su casa (si eso es posible) o incluso, si su ciudad no es peligrosa, camine por su barrio. Disfrute de las sensaciones que le ofrece la ciudad que duerme.

Escuche el sonido del silencio. Sí, sí, he escrito bien. Escuche el sonido del silencio. Disfrute de la belleza a su alrededor.

Es posible que ocurra.


Gracias a todos por estar ahí fuera conectando a través de la pantalla de su computadora.

Si desean descargar el mp3 con el texto leído click aquí.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde mi humilde entender aquí habría una palabra que podría ser clave "DESAPRENDER"

Antonio Pino