jueves, 19 de abril de 2012

CONSPIRACIÓN

Un saludo a todos de todo corazón.

Una persona anónima ha hecho dos comentarios en dos post distintos pero presentándome la misma queja. Así que voy a contestarle desde aquí. Los comentarios no los he publicado.

Querida amiga:

Te quejas sobre la influencia que el entorno te ha provocado. Dices que eras una persona normal, comunicativa, fuerte e independiente. Pero que un día todos los demás empezaron a comportarse distinto contigo. ¿Todos como en una conspiración? Y que después, justificándote en el cambio de los demás, tú también empezaste a cambiar.

No quiero equivocarme en esta valoración pero usando tus mismas palabras, me comentas:

“(…)empezaron a tener un comportamiento anómalo con ella a nivel social (…) de forma que no entendía lo que estaba pasando (…) los demás no cumplían con su parte, como si todo el mundo fuera responsabilidad suya (…) los demás estaban haciendo teatro para que se tomara las cosas como si fuera verdad (…)”

Estos son extractos del primer comentario en el que me cuentas la historia como “si le pasase a una amiga”.

En un segundo comentario de otro post dices:

“(…) cuando te encuentras a gente que empieza a hacer una representación a tu alrededor (…) acabas por no saber cómo comportarte (…) pues digas lo que digas no funciona (…) La cuestión es cómo hacer las cosas cuando no depende de ti (…) no me reconozco en la obsesión (…) en ver cómo la gente quiere controlarlo todo (…)”

Para empezar tengo la sensación de que tienes una obsesión (usando tus mismas palabras). Diga lo que te diga, creo que no voy a conseguir llegar a ti. Pero voy a explicarme de todas maneras pensando en que a algún otro lector pueda encontrar ayuda en mi humilde opinión. Recordemos que como tal, no es un dogma, es un comentario de otro ser humano que también puede estar equivocado. Dejando todo claro, empiezo:

Focalizas tu problema en los demás, en lo externo. Has creado una entidad, “los otros”, que conspiran de alguna manera cambiando su comportamiento con una finalidad misteriosa, pero que al final te provoca una serie de malestares y cambios de personalidad. “Falta de espontaneidad”, dicho por ti misma.

Aquí encuentro un problema, y usando la autoridad médica que poseo, creo que es un problema que necesita atención especializada. Sobre todo porque te amparas en esa “conspiración” para justificar tu comportamiento. Incluso te permites decir que cualquiera que viviese tu situación le pasaría exactamente lo mismo. Pero lamento decirte, siempre desde el respeto, que no es así.

Es cierto que las personas no somos seres independientes. Nos necesitamos los unos a los otros para poder sobrevivir. Además para ayudar a esta evolución hemos creado una serie de reglas como hacen los niños cuando se plantean un juego. Esas reglas o leyes, conforman las normas de comportamiento de cada cultura. Son las leyes, constituciones, impuestos, los mercados, las comunidades de vecinos, y toda la patulea necesaria para la convivencia.

Pero, aunque necesario, no debemos olvidar que nos se trata más que de un juego. De un concierto de derechos y obligaciones puestas en común, y como tales tienen recovecos, trampas y atajos. Eso está bien claro los cinco primeros minutos que pongas las noticias en el televisor.

Todo tiene un precio (infringir normas también)

Por eso como budista te recomiendo que siempre, en todo momento y lugar, actúes de la mejor (más amable, benigna y educada) manera posible con tus semejantes.

Porque de lo que se siembra se recoge, y si lo vemos desde un punto de vista práctico, prefiero acumular méritos que puedan beneficiar a todos (incluyéndome) SIN IMPORTARME UN PIMIENTO LO QUE LOS DEMÁS PIENSEN DE MI.

La enseñanza más profunda que existe en esta reflexión es que todo está en la mente.

Nadie sabe en realidad lo que los demás cargan en sus pensamientos. Y no es sano en absoluto tener la seguridad de que sí que lo sabemos. Me escribes: “Es muy perceptiva y capta verdaderamente las intenciones de los demás”. Eso no es posible, ¿entiendes? No existen esas certezas.

No puedo controlar lo que los demás piensan de mí. Ni siquiera me aventuro a intentar averiguarlo, porque no puedo y porque en realidad no tiene la menor importancia.

“Haz el bien y no mires a quien” es un viejo refrán que podemos aplicar en nuestra vida diaria porque además encierra una sabiduría milenaria.

¿Y los demás? Habrá que darles amor, no porque esperemos algo a cambio. No porque nos importe el “qué dirán”. Hacemos el bien ajeno porque elegimos el amor incondicional sobre otros tipos de comportamiento. Es una mezcla entre sabiduría y altas dosis de sentido común.

Sobre todo no olvides que tus opiniones, conspiraciones y malestares están únicamente en tu mente.

¿Cuál es verdadero significado del amor incondicional? Dijo Mark Twain: “el amor incondicional es el perfume que deja la rosa en la suela de tu zapato después de haberla pisado”.

Querida amiga anónima, si me permites una recomendación respetuosa, no busques el problema fuera de tu mente, no culpes a los demás por su comportamiento. Aceptar eso sería imprescindible. Luego buscaría ayuda profesional.

Gracias a todos por estar ahí fuera, y a ti amiga por comentar.

Si desea descargar el MP3 del texto leído haga click aqui.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Independientemente de creencias, filosofías y demás formas de entender la vida hay uno cosa fundamental que si no la perdiéramos de vista o al menos se perdiera lo menos posible todo tendría otro color. Luís Miguel ha hecho mención “EL SENTIDO COMUN” Unido a esto si también tuviéramos presente, mejor dicho SIENTÍERAMOS que todo, absolutamente todo es MENTE muchas cositas las veríamos de un color más rosado.

Antonio Pino

manipulador de alimentos dijo...

El sentido común, si es 'sentido' por nosotros mismos y 'compartido' por los demás, suele ser una de las mejores guías. Un saludo!!!