viernes, 13 de marzo de 2009

La paciencia.


Un saludo a todos de todo corazón.
¿Por qué nos sentimos impacientes?
No es para nada una pregunta difícil. Normalmente la impaciencia nace de un problema temporal. Queremos y deseamos que se produzca una situación que, debido a sus diferentes causas, aún no puede suceder. Sufrimos por ello, ya que el tiempo necesario de espera se nos antoja insoportable. La ira suele estar asociada a ese dolor.
¿No es así?
Los niños suelen ser muy impacientes. No son completamente conscientes de la naturaleza de sus deseos, así que exigen que cada uno de ellos se satisfaga en el acto mismo que lo solicitan. Y si no... menuda rabieta, ¿verdad?
Pero en realidad esto ocurre exactamente así en los adultos.
Examinemos esto más detenidamente.
El problema nace de nuestra falta de madurez a la hora de examinar la realidad de nuestros deseos. El hecho mismo es un poco estúpido.
Imaginemos que nos encontramos en un pomposo restaurante. Pedimos la comida, y parece que ésta nunca llega. Llamamos al camarero, y le preguntamos. Pero sea cual sea la respuesta (y la cantidad de amabilidad con que nos respondan) no vamos a quedar satisfechos. Miramos a nuestros acompañantes, y nuestra ira aumenta y aumenta... ¿acaso somos unos "donadies"? ¿Vamos a permitir que nos traten así?
Volvemos a llamar al camarero, pero la comida ya no nos importa. No queremos excusas. Queremos luchar, queremos agredir verbal y psicológicamente. Queremos ganar.
Y ahora os pregunto:
¿Qué demonios es eso que queremos ganar? ¿Dónde nos vamos a colgar la medalla?
Si tuviéramos aunque fuese un segundo para utilizar la cabeza quizá descubriésemos el mal rato que le estamos haciendo pasar a las personas que comparten la velada con nosotros.
Si nos pusiéramos en lugar de los demás, y éste es un punto de extrema importancia, podríamos comprender tantas y tantas cosas...
Entenderíamos que las cosas no suceden alrededor nuestro, como Luna gira alrededor de la Tierra. Sino que cada situación depende de muchos factores, los cuales apenas algunos dependen del factor YO.
Pero eso no nos importa, ¿verdad?
Queremos la comida y la queremos ya. ¿Es que acaso se necesita tanto tiempo para hacer una porquería de filete con patatas? Vamos, que es la última vez que vengo a este restaurante... Ah, mira ahí viene, ¡ya era hora! Ya ni me apetece comerme esto... Además, ¿te has fijado? ¡Está incomible! ¡Vaya asco! ¿Para eso tanto esperar?...
Y tantas y tantas cosas que pasan por ahí.

Entonces, visto lo visto... ¿Qué es la paciencia?

Será un ejercicio de madurez, en el que de forma absolutamente neutral, observamos los fenómenos comprendiendo una ley universal que llamamos la ley de la condicionalidad. Cada situación experimentable depende de sus causas, y cuando se conjunten en el espacio y tiempo adecuado, sucederán.
Si dependen de nosotros, muy bien, actuemos. Y si no... ¿qué podemos hacer?
¿Será que gritando y berreando a la tormenta conseguiremos que ésta desaparezca?
No sé, no sé... A lo mejor una buena neumonía sí que vamos a coger.
Así que como he dicho, ejercitemos nuestra madurez, descubramos que existe mucho más, ahí fuera, que nuestras propias necesidades. Y que podemos disfrutar mucho con esta exploración.
¿Que no?
A lo mejor en el restaurante podríamos haber aprovechado el tiempo dándole la atención necesaria a nuestro/a acompañante haciendo de aquella una velada inolvidable. Por poner un ejemplo.
No os imagináis cuántos de mis escritos han nacido de la espera en un atasco...
Seamos pacientes, disfrutemos de las cosas que el momento presente tiene para ofrecernos.
Gracias a todos por estar ahí fuera, los que viven con la mente y el cuerpo en el mismo espacio-tiempo, y los que no. Sobretodo a esos...


3 comentarios:

Patricia San Nicolás dijo...

y ser impacientes? tenemos ese derecho? que pasa cuando se ha sido paciente y sobre pasamos ese limite de paciencia y nos volvemos impacientes, no estariamos acaso en el derecho de estarlo?

Luis Miguel dijo...

Querida Patricia:
Tú tienes derecho a sentirte como quieras. Si se sobrepasa tu límite y decides que ha llegado el momento de ser impaciente, y que se desencadene todo el resto (ira, agresividad y sufrimiento), ¿quién te lo va a impedir?
Lo que ocurrirá es que al final sufrirás. Y como sufrimiento me refiero, para empezar, a la ansiedad y pérdida de paz.
De todas formas, eres absolutamente libre de hacer con tu mente lo que quieras.
¡Todo tiene un precio!
Gracias por preguntar.

mariola dijo...

Hola Luis Miguel:
Un poco tarde dirás y con razón, pero mas vale eso que dejar pasar la ocasión.
Yo me considero muy impaciente, aunque a la vez soy muy paciente.
Estoy acostumbrada, a diario, a lidiar con miles de situaciones que me exigen ser paciente, ya que, por experiencia aprendí que enfadarme ni me ayudaría ni resolvería nada.
Paso a veces horas, esperando mi turno para entrar a sala, con ninguna previsión de horarios... o esperando que el funcionario de turno vuelva de su segunda o tercera salida de la mañana, etc, etc.
Lo llevo bien. Dedico ese tiempo a observar, a pensar, a escribir incluso... ni me desespero, ni me enfado.
Pero a la vez me reconozco muy impaciente cuando deseo algo. Un viaje que he programado, una actividad que me apetece... esperar que llegue el momento se me antoja eterno. Ni me enfado ni sufro, pero me doy cuenta de que me dedico a imaginar cómo será el lugar que voy a conocer, cómo será la montaña que voy a subir... y tanto visualizar fantasías me suele producir alguna que otra vez, un cierto desencanto al poner de nuevo los pies sobre la tierra.
Un beso a todos.