martes, 25 de marzo de 2008

La arena sobre tus ojos.

Un saludo a todos de todo corazón.
Si vemos la televisión, que es el medio mayoritario de información, aunque le va pisando los talones internet a pasos agigantados, podemos hacernos una idea de como va el mundo. Asesinatos, violaciones de derechos, terrorismo, disputas sangrientas por banderas, ideología, lengua, y todo eso a lo que cada vez estamos más habituados. Hasta el pasatiempo humorístico televisivo pasa por los enfrentamientos verbales y la crítica ácida. Queremos "sangre".
Lo malo que tiene todo esto es que nos hacemos una idea errada de la naturaleza humana. Después de ver día a día todo este espectáculo podemos pensar equivocadamente aquello tan extendido de que: "el hombre es un lobo para el hombre".
Personalmente no lo creo así.
Puedo parecer idealista, e incluso infantil, al pensar que la naturaleza última de los seres humanos es de amor, generosidad y bondad.
Como dijo el Buda, todos los seres buscan la felicidad y quieren huir del sufrimiento. Y en ese periplo de búsqueda, dramática la mayoría de las veces, es donde se pierden, donde nos perdemos todos. Padecemos del mal de la ignorancia, del cáncer de no entender el fruto de nuestras acciones. De haber ignorado qué caminos escoger, y cómo comportarnos en busca del bien común, aún en esta vida, y no de la persecución de los placeres efímeros que tanto mal nos causan.
Ya no sabemos ser felices.
Nos vendieron el bulo de que la felicidad hay que conseguirla. "La fama cuesta...", decía aquella serie. Nos lo creemos, y aún seguimos haciéndolo.
Dentro de poco se va a estrenar una película de terror en la que el protagonista sufre un problema durante una intervención quirúrgica. En la vida real, ese problema no sucede nunca, y no pasa de una leyenda urbana. Pero las personas cuando vean el filme, aparte de entretenerse y pasar un rato de miedo, creerán en ello firmemente.
Por el mero hecho de pasar en la pantalla.
Y así ocurre, de hecho, con casi todo lo que absorbemos por televisión. Vemos, creemos, formamos juicios que a su vez formarán ideas, deseos, y estos acciones.
Asesinatos, violaciones de derechos, terrorismo, disputas sangrientas por banderas, ideologías, y lengua... No hace falta irse tan lejos: problemas con los vecinos, compañeros de trabajo, familiares...
El ser humano fundamentalmente es bueno, amable, generoso y bondadoso. Tiene los ojos, oídos y corazón, obstruídos por una cantidad descomunal de arena y polvo. Y así cegado, sordo, y herido anda dando tumbos de aquí para allá.
Siento inmensa pena por tanto dolor y innecesario.
Ojalá encuentren la felicidad que tanto desean sin que les toque una brizna de sufrimiento.
Gracias a todos por estar ahí fuera.

2 comentarios:

mariola dijo...

Hola a todos y hola Luis Miguel:
La mayoría de la gente cree que la felicidad es inalcanzable o que cuesta demasiado llegar a ella... el error? sencillo, creo.
La mayoría asocia la idea de felicidad a recuerdos del pasado o a metas que se propuso alcanzar, y entre recuerdos y elucubraciones se pierde en el mundo.
Cuando preguntas a alguien de forma directa si le gusta esto o aquéllo, descubres que todos tenemos un algo en común. Todos nos enamoramos de todo, a todos nos conmueven las acciones generosas, la belleza y la alegría.
Tal vez pocos asociemos la idea de felicidad a las cosas sencillas que a diario nos rodean.
Tal vez sólo sea cuestión de redefinir el concepto o la idea de felicidad.
Pero, el ser humano es bueno por naturaleza, eso es así, porque si no, por qué nos llaman la atención las catástrofes y las injusticias?
Lo que sí somos es un tanto morbosos... tal vez sólo sea que, en esencia somos buenos y sencillamente un tanto imperfectos, y ya está.
Muchísimos besos a todos los que creen en lo bueno de todo y de todos.

Pedro Estudillo dijo...

Cada ser humano, individualmente, tiende a ser bueno; es cuando nos juntamos cuando aparecen los rencores, las envidias, el egoísmo,... Pienso que ser feliz es mucho más sencillo de lo que parece; yo consigo ser un poco más feliz cada vez que consigo desapegarme de alguno de mis acuciantes deseos, o sea, que cuanto menos tengo, más feliz me siento, justo al contrario de lo que nos quieren hacer creer los que manejan el cotarro del consumo. Contra éstos es contra los que habría que luchar para que dejaran de engañarnos en su propio beneficio (también errado, por cierto).
Un fuerte abrazo.