miércoles, 25 de julio de 2007

El camino polvoriento.


Fue Albert Einstein el que dijo: "hay una inteligencia organizadora invisible de la que todos formamos parte. Todos estamos aquí por una razón".

Ultimamente en las conversaciones con los amigos y los compañeros de trabajo noto un tema que se repite con cierta frecuencia, la inseguridad en sus propios pasos, en su decorrer por la vida.

Hace mucho tiempo caminaba por la sierra de Béjar acompañado por mi maestro y por el hijo de éste. En las cumbres disfrutamos, en pleno mes de Agosto, de los cúmulos de nieve que aún perduraban aquí y allá, salpicando nuestro horizonte. Al atardecer nos vimos obligados a parar. Apenas un tronco, colocado estratégicamente, hacía de puente sobre un barranco con alguna profundidad. A continuación se insinuaba un sendero que desaparecía tras acodar las rocas. El hijo de mi maestro pasó sobre el tronco y alegremente, desde el otro lado, nos convidó a emular su hazaña, sólo que yo no lo tenía así tan claro.
"Los paracaídas no demostraron ser confiables porque la gente los llevara a las espaldas", me dijo mi maestro, "el mecanismo mostró su confiabilidad una vez que alguien saltó".
No podía dejar de observar el ancho tronco, pero viejo y quizá carcomido, que me desafiaba mientras el viento me empujaba con la frescura de la incipiente puesta del Sol.
"También podemos confiar a Dios nuestra vida, lo que descubrimos una vez que damos un salto de fe", dijo alegremente mientras cruzaba al otro lado.
Aunque en ese momento no pude darle justo valor a sus palabras, cruzé inmediatamente detrás de él.
Cuando llegué a su lado me invitó a sentarme sobre las rocas y me dijo: "Cuando caminabas sobre el tronco ¿dónde estaba tu mente?"
"Estaba bien atada a mi", respondí, "pendiente de cada paso que daba".
"¿No estaba jugando con tu pasado, ni haciendo planes para el futuro?", me volvió a preguntar. Respondí negando con la cabeza.
"Entonces estabas viviendo el momento presente. Recuerda bien esa sensación".
Y sin más continuamos nuestra marcha de fin de semana de acampada por la sierra.
El pasado no es más que un conjunto de fotografías desvencijadas. El futuro es una sensación engañosa de seguridad que nos queremos dar, intentando planificar nuestras acciones y sus consecuencias. Pero hay una cosa en la que podemos confiar. Que ese futuro sólo puede ser fabricado en el momento presente, justo en el cual casi nunca estamos.
Dijo Buda: "al comenzar a vivir el momento presente experimentarás un sutil pero profundo cambio. Dejarás de preocuparte por el futuro. Te envolverá una profunda paz que dice que todo está bien, que no hay nada que temer. Todo está desarrollándose de acuerdo al plan y tu estás siendo guiado en cada paso a lo largo del camino".
Este es el mensaje que os quiero dejar, amigos que tanta paciencia demostráis leyendo estos escritos.
Vivir el momento presente, aquí y ahora, como si cada paso hiciese crujir ese tronco carcomido, separándoos de la caída, y llevándoos un poco más cerca del camino polvoriento.
Cada paso lleno de fe.
Estáis siempre en mis bendiciones y oraciones.


1 comentario:

mariola dijo...

Hola a todos:
Precioso comentario Luis Miguel.
La inseguridad de los pasos es común denominador, como también lo es el sentido y dirección del camino...
A menudo escucho a la gente preguntar cómo saber si el camino elegido es el adecuado, qué señales nos indican si ese camino es el que nos llevará a buen puerto...
Y me río... me río de que un adulto pueda preguntar eso...
Me río al pensar que los adultos puedan ser tan ingénuos y sigan creyendo en las varitas mágicas, en las soluciones fáciles y sobre todo... externas.
Mi camino es mío y sólo mío, sólo yo sé cómo es mejor andarlo, dar los pasos. Sólo yo puedo equivocarme y rectificar y aprender de mis errores o no hacerlo.
Sólo yo puedo saber cómo dar cada uno de esos pasos, en el presente, atada al pasado o asustada ante el futuro.
Sólo yo puedo, en cada paso de mi camino, disfrutar de ese paso, sentirlo y crecer con él... y conseguir que se convierta en una pequeña pero importante parte de ese camino que no es otra cosa que toda mi vida.
Porque, cada vez que ando, vivo.
Cada vez que ando, sueño y disfruto.
Soy feliz al caminar, aunque a veces me equivoque, porque si llego a ser consciente de mi error podré rectificar.
El camino no existe hasta que no lo ando, por eso nadie me puede indicar la dirección correcta para mi vida.
El camino no es único porque en realidad no existe, nace de cada uno de mis movimientos, sentimientos y emociones, a cada minuto, a cada segundo...
Cómo preguntar entonces cómo saber si el camino es el correcto? Cómo temer dar esos pasos si ese andar es mi vida?
Ese camino no me lleva a ninguna parte distinta de mi propia vida... así que, siempre será el correcto y el adecuado, y el día que no lo sea, sólo debo torcer, a la izquierda, a la derecha... al lugar donde me lleve mi corazón...
Ya dije una vez que no se pueden hacer mapas, hay que recorrerlo...
Y ahora, cada uno a dar sus propios pasos, y yo muchos besos a todos.