domingo, 29 de julio de 2007

Alejandro

Un saludo a todos de todo corazón.
Amigo Alejandro, apenas te conozco, quizá no han pasado 24 horas desde la primera vez que te vi, pero ya has marcado mi vida, y gratamente, yo la tuya.
Ha sido por casualidad.
Caminaba por el pasillo de los quirófanos, absorto en las ganas de acostarme después de una guardia pesada, pero sinceramente, algo me empujó a mirar por aquella ventana, precisamente en ese momento.
Ahí fue cuando te vi.
Había mucha gente a tu alrededor, la ginecóloga, cuya mirada se me ha quedado grabada, me miró por encima de la mascarilla con espanto, como si hubiese visto un fantasma. La matrona, que te sostenía por los pies, casi corría hacia la cuna de reanimación que estaba frente a mi al otro lado de la puerta revestida en plomo.
Entonces me fijé en tu tono de piel grisáceo, y en tus labios azulados. Entonces saltó un resorte en mí que me hizo actuar automáticamente, y entré para intentar salvarte la vida.
El cordón umbilical se había anudado fuertemente alrededor de tu cuello, y la matrona, por más tentativas que realizó, sólo pudo sacártelo una vez habías abierto camino ya fuera de tu asustada mamá.
Pero el tiempo había pasado, y ya no tenías ganas de llorar, de agitarte, de mirarnos, ni de respirar.
No me acuerdo con exactitud de esos momentos. Veo como flashes en los que aparece la mirada de pánico de tu papá cogiendo la mano de tu mamá, que, por estar semi-acostada en la mesa de parto, afortunadamente, no podía ver nada de lo que estaba sucediendo. Nadie decía nada, todos ocupábamos nuestros lugares y ejecutábamos la labor como en una marcha militar perfectamente ensayada.
No sé exactamente cuanto tiempo pasó, ¿segundos?, ¿siglos?
La pediatra, a quien habían llamado desde mi móvil, cuando entré, aún no había aparecido, estábamos los que estábamos, una ginecóloga, una matrona, dos enfermeras y el anestesista.
Pero dio de sobra, y tú abriste los ojos un instante antes de empezar a llorar con fuerza, y con cada llanto, a respirar un torrente de aire que te devolvió el color, las ganas, y la vida.
Durante la mañana, antes de irme a casa a descansar, he ido a verte un par de veces. Resulta que, cosas de la vida, vamos a vivir cerca uno de otro, que a lo mejor mis hijos jugarán contigo en el parque, que te echaré un ojo encima de vez en cuando, amigo mío.
Porque sé lo que te hemos dado, el equipo entero, pero no es nada en comparación con lo que tú me has dado a mí. Al fin y al cabo, nosotros sólo hacíamos nuestro trabajo. Para eso estudiamos y pasamos por tanto, para eso nos entrenaron durante muchos años, y para eso nos pagan lo que nos pagan. Ésa era nuestra responsabilidad.
Pero al verte llorar, al verte vivir, encendiste una lucecita dentro de mí, una más, y me hiciste sentir un ser humano completo. Y eso, las personas más mayores que tú lo tenemos cada vez más y más olvidado.
Gracias por todo pequeñín, y que Dios te bendiga.
Gracias a todos por estar ahí fuera y permitirme compartir este pedacito de mi vida.

1 comentario:

mariola dijo...

Hola amigos, hola especialmente a Luis Miguel y a Alejandro:
Ese niño no puede imaginar lo que, en pocas horas de vida, ha conseguido hacer… posiblemente nunca llegue a saber que su vida dependió de un momento de cordura de alguien que, como tú, supo hacer lo correcto en el momento adecuado.
Esta vida está plagada de momentos mágicos… constantemente ocurren cosas mágicas, inexplicables, muy muy intensas…
Pero por desgracia ese “constantemente” hace que pierdan intensidad… ver amanecer, mirar el mar, las estrellas, el cariño de cuantos nos quieren…
No debemos permitir que nada especial pierda intensidad…
Para recordarnos lo especial y mágica que es esta vida, de vez en cuando, muy ocasionalmente, aparece un Alejandro en nuestras vidas, alguien que nos recuerda que todo momento es importante, toda lucha tiene su fruto, que todo, absolutamente todo, puede ocurrir, que nada sucede sin una razón, que querer es poder…
Ese niño de sólo unas horas no sabe que es el responsable de haber hecho que recordemos la importancia de las cosas, de lo que a diario vivimos sin prestar atención...
Seguro que hoy tu día ha sido muy distinto y especial, seguro que lo convirtió en inolvidable... porque conmigo lo hizo y yo allí no estaba...
Muchísimos besos a todos lo que recuerdan lo esencial de la vida...