lunes, 7 de enero de 2008

La mujer de mi abuelo

Hola a todos, feliz año:
Llevo días acordandome de este blog, de vosotros. Queriendo escribir algo, pero no siempre es el momento adecuado para contar las cosas como uno quiere, y no siempre dispongo del necesario tiempo para sentarme y escribir. Así que, entre la falta de inspiración y la de tiempo, pasan los días, y ya estamos a 7, desde el 2 que quise hacerlo.
Cuando yo tenía 16 años, conseguí casi por casualidad la dirección de mi abuelo Manuel, un hombre al que, por circunstancias de la vida yo casi ni conocía.
Era físicamente un desconocido pero, mi madre se había pasado muchas noches contándonos historias sobre su padre, al que yo admiraba y quería profundamente. Era aparejador, sevillano de pura cepa, aunque residente en Madrid, y se había separado de mi abuela cuando yo casi ni andaba. Yo sabía de él que era un gran conversador, conocedor de mil historias, porque su profesión le había llevado de un lugar a otro, Gijón, Madrid, Málaga.
Yo le escribí y él me contestó, y así pasamos un par de años hasta que un día fui a verle al trabajo. A partir de ese momento, se recuperó con él una relación que duró hasta que murió a los 92 años.
Poco tiempo después de aquel reencuentro, mi madre, sus hermanas y todos sus nietos, le veíamos con frecuencia y un día se armó de valor y nos presentó (a los nietos) a la que era su mujer desde que se separó. Era una antigua amiga de la familia, con la que, pocos años después de su separación, había iniciado una convivencia que duró hasta su muerte.
Su mujer se llamaba Manola y murió el día 2 de enero pasado, hace cinco días, cinco años después de morir el que fuera su gran amor. Nunca he conocido a nadie que se quisiera con la intensidad y la devoción que se quisieron ellos, nunca he visto a nadie hacer tan feliz a otro como Manola hacía feliz a mi abuelo.
Me alegro y mucho de la muerte de Manola, porque esperar cinco años el reencuentro con él es mucho esperar para una mujer de 97 años. Siento mucho su pérdida como en su día sentí la de mi abuelo, pero prefiero conformarme con el recuerdo de las largas conversaciones y saber que vuelven a andar de la mano, como lo hicieron durante los mas de treinta años que duró su convivencia.
Cuando cierro los ojos y recuerdo a los dos, viene a mi mente una imagen preciosa. Siempre estaban riendo y siempre, siempre, cogidos de la mano.
Y ahora, muchísimos besos a todos.

No hay comentarios: