martes, 8 de abril de 2008

La experiencia

Hola a todos:
Este comentario está inspirado en parte en el anterior de Luis Miguel. Vamos a ver, se supone que todo lo que vivimos, lo que sentimos, va creando en nosotros un almacen de autoaprendizaje al que llamamos experiencia.
La experiencia es, o debe ser siempre, propia, si no es así, yo no lo llamaría experiencia. Es todo lo que vivo o he vivido en forma directa y personal, y que me servirá en un futuro para no caer dos veces en la misma piedra, etc.
Cuando éramos niños, como bien dice Luis Miguel, todo cabía, todo era posible y aún no existían los prejuicios... y éramos muy muy felices. Los niños además, tienen la capacidad de llorar desconsoladamente cuando algo les daña y al momento siguiente reir de nuevo tan felices. No conocen el rencor, ni el desánimo, no pierden la fé.
Si la experiencia es ese cúmulo de vivencias de las que guardamos en el baúl todo aquéllo que nos conduce a la felicidad, ya que se supone desechamos las experiencias que nos llevaron a nuestras muchas catástrofes particulares... en qué momento de nuestra vida se nos olvidó fuera del baúl de los recuerdos y la experiencia aquélla capacidad ilimitada para soñar y descubrir? Fuimos en algún momento tan prepotentes como para pensar que ya no necesitábamos creer para ser felices? soñar para conseguir?
Tal vez haya quien dejó fuera para no perder, quien dejó deliberadamente de creer para nunca desengañarse, quien equivocadamente pensó que mientras menos pasos diera menos caídas sufriría, al fin y al cabo, no se cae el que no anda, eso es cierto, aunque tampoco viva.
Tal vez el único secreto sea revisar de cuando en cuando el baúl, repasar ese contenido, para ver, si en un momento de olvido, nos dejamos fuera ese niño que un día fuimos, para meter dentro en su lugar, un autómata.
Esta mañana yo miré el mío y descubrí en él lo que un día fuí. Decidle a ese niño que un día fuistéis que chille cuando en algún momento vea que lo quieren dejar fuera.
Muchísimos besos a todos.

1 comentario:

Pedro Estudillo dijo...

Siempre he pensado que la ilusión es el motor de la vida, lo que te impulsa hacia adelante. Un niño nunca la pierde, por eso crece y aprende. Cuando el adulto la pierde, deja de crecer y de aprender, o sea, se marchita. Mientras tengamos ilusiónes, seremos como niños.
Un fuerte abrazo.