jueves, 19 de julio de 2012

Y al tercer día...

Hola a todos:
Y tranquilos que no resucito, porque ni me he muerto ni pienso hacerlo, por el momento. El título sólo hace referencia a que mantengo por tercer día mi intención de escribir algo cada día, aunque después habrá una breve interrupción, porque mañana viajo a Granada, para hacer el sábado el triatlon de Sierra Nevada, y no regresaré hasta el lunes por la tarde.
Como se trata de desconectar de lo cotidiano, no voy a llevar portátil ni nada que se le parezca. Por eso, en esos cuatro días, nada escribiré.
Como habréis podido apreciar, he dicho desconectar de lo cotidiano, y no de la rutina, y lo he dicho con toda intención. Lo cotidiano es ir a trabajar, comer, ducharse, ver amigos y familia, conducir, entrenar... reir, llorar, hablar, escuchar, mirar, pensar...
Pero, es eso rutina? En el sentido peyorativo del término? No, para nada. Lo sería si lo hiciese contra mi voluntad, si me viera obligada a ello. Sé que para una gran mayoría es así. Necesitan vacaciones para poder hacer lo que quieren a cada momento del día, como si el resto del año les encañonase un arma y cada una de sus actividades fuese una pesada carga.
Hay muchos momentos al cabo de un día o una semana que sí son una especie de obligación, como por ejemplo cumplir un horario. Es inevitable tener que levantarse a una determinada hora para ir a trabajar o a estudiar, pero cuando me voy unos días como haré mañana, os cuento un secreto: me pongo el despertador a una hora prudente para aprovechar el tiempo y disfrutar en plenitud el viaje.
Lo que hastía a la gente no es madrugar en sí, sino acudir a un trabajo que no le gusta, acudir a unas clases que les parecen aburridas o tener que limpiar una casa cuando no les apetece. Y no les gusta porque en el fondo de su ser consideran que ese trabajo o esas obligaciones les vienen impuestas desde fuera.
Tengo un sobrino de once años que, además del colegio, acude varias tardes por semana a entrenar baloncesto. Debe llegar puntual, preparar antes la bolsa con la equipación, entrenar duro algo más de dos horas, y llegar a casa, ducharse y cenar. Para acudir a los entrenamientos, sus padres le impusieron como condición que adelantase los deberes a mediodía, pues llegaba demasiado tarde para hacerlos por la noche. Y cual ha sido el resultado? Pues que como eligió el baloncesto, hace los deberes a mediodía tan contento. Ya no protesta, ya no se distrae. Porque es decisión suya, no considera que sea una obligación impuesta del exterior.
Supongo que si todos hacemos esa misma elaboración, valoramos y sopesamos, llegaremos a ese punto de considerar que el trabajo y los estudios son una herramienta que nos permite llevar un determinado estilo de vida, la que en teoría hemos elegido. La que nos permite pagar las letras de la casa o el coche que un día decidimos libremente comprar, o alimentar a esos hijos que un día libremente decidimos tener.
Yo decido cada mañana trabajar y para hacerlo bien y llegar con tiempo bastante y relajada, decido madrugar con hora y media de antelación. Decido cada día qué entrenamiento quiero hacer o si veo a la familia o los amigos. Decido cuando estoy con la gente si hablo o sólo escucho.
Tal vez el secreto para llevar una vida mejor sea no dejarse llevar por la inercia, pararse a pensar en cada momento qué es lo que realmente quieres y comprender cuantas de las cosas que hacemos son en realidad una simple consecuencia de nuestras decisiones, simples herramientas, como los deberes son la herramienta del baloncesto de mi sobrino.
Muchísimos besos a todos

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