Yo no inicié este viaje para llegar a ninguna parte, la gracia no estaba en su final sino en el recorrido. La idea no fué tampoco mía, surgió de la mente inquieta y el corazón importante de un buen amigo.
Trás pasar unos días en una casa rural, nos lo propuso y yo le secundé. Hubo mas adhesiones, si bien menos prolíferas, no por ello menos destacables, y así anduvimos por un tiempo plasmando todo aquéllo que tuviéramos a bien compartir con quien tuviera interés en nuestras historias.
Por un tiempo, los comentarios de mi amigo trataban toda clase de temas, planteaba preguntas que a mas de uno nos hacía profundizar en mil cuestiones a menudo pensadas, o incluso sentidas, pero nunca resueltas. En otras ocasiones, sencillamente relataba anécdotas en las que se transparentaba su corazón, su importante corazón.
Yo ya sabía, porque me lo había contado, su interés por el budismo, al que había dedicado mucho tiempo desde niño. Encontró una nueva Maestra y con ella dió un paso de gigante en su evolución, hasta el punto de convertirse él mismo en un nuevo Maestro.
En aquéllos días existió una transformación, porque tantas horas destinaba de su tiempo al estudio y práctica del budismo, que sus escritos en los que antaño se transparentaba el corazón, lo dejaron solapado trás mil cuestiones de enseñanzas budistas, de máximo interés y de indudable claridad y valor, pero que eran eso y sólo eso, enseñanzas budistas.
Me encantan, lo reconozco, me hacen pensar, me hacen sentir, me replanteo mil y una dudas, aprendo, cambio y creo que crezco, pero echo mucho de menos aquéllos escritos anteriores, en los que se relataban anécdotas, ideas, deseos o ilusiones.
A veces tengo la extraña sensación de haber hecho un trasbordo en una estación en la que no recuerdo haber parado y haber tomado un tren distinto. Reconozco que me gusta, si no, ya hace tiempo me hubiese apeado, pero me encantaría volver a abrir las ventanillas, que entrara la suave brisa de la mañana, y contaras qué es lo que sientes y, cómo lo vives.
Amigo mío, como te digo lo echo de menos, tal vez sea el nuevo rumbo y no haya paradas de cercanías en este tren de larga distancia, tal vez sólo se trate de que no he conseguido adaptarme al cambio de velocidad del convoy, pero con la confianza que me otorga la amistad, como lo siento y lo vivo te lo he contado.
Muchísimos besos a todos.
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