viernes, 14 de septiembre de 2007

Conocer a los demás

Con frecuencia me descubro haciendo malabarismos para intentar averiguar qué sienten y piensan los demás. Hay una gran dificultad, porque el interior no siempre trasciende al exterior, ni lo hace con la misma fuerza y expresividad en unos y en otros.
Otro problema añadido es que mi capacidad de interpretación debe estar muy limitada, porque me considero muchas veces "engañada" por las señales que recibo. Cuando para todos es evidente que una persona es de una determinada manera, yo me doy cuenta después de mucho tiempo y me encuentro con amigos que, cariñosamente, me dicen "menudo ojo clínico tienes, como lo tengas todo igual".
Os preguntaréis para qué tanto interés en saber cómo son los demás, y es sencillo responder. Muchas veces no pregunto si antes no conozco la respuesta, aunque no me refiero exactamente al contenido, sino, digamos, a su talante. Si no sé cómo se va a tomar alguien una pregunta, si puede considerar invadida su intimidad, no pregunto.
A menudo compruebo que, seguramente por error, y por miedo a poder ser malinterpretada, no participo en las relaciones con los demás, por simple desconocimiento de sus posibles reacciones. Y a fin de cuentas, creo que pierdo mucha intensidad, mucha calidad.
Siempre tiendo a pensar que, hay cosas que pertenecen a la esfera privada, y que deberá ser su propietario quien las cuente o exponga a la luz, si quiere y cuando quiera... para sorprenderme después al comprobar que, esa esfera privada mía, no me suele molestar que sea invadida, si lo es por alguien que merece mi amistad, alguien que también me muestra su privacidad.
Supongo que, sencillamente es falta de entrenamiento, pues hubo un tiempo en mi vida en el que mi esfera privada era tan privada y la tenía tan bien protegida... que ni siquiera yo, tenía acceso a ella.
Muchísimos besos a todos.

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