lunes, 5 de octubre de 2009

Otra vez la muerte

Hola a todos:
Este pasado fin de semana, concretamente el sábado, tuve uno de esos desagradables encuentros con la muerte. Falleció la madre de un amigo, alguien a quien nunca conocí de forma directa, pero no por ello menos doloroso.
Tal vez sea otra clase de dolor. Me refiero a que cuando muere alguien cercano a nosotros lo que se traduce en dolor es su ausencia, saber que pierdes su física presencia. Cuando muere alguien cercano a un amigo, lo que duele es el dolor de ese amigo y la impotencia de no poder ayudarle mas que la ayuda que en esos duros momentos pueda proporcionar nuestro abrazo.
Y una vez mas vuelven las mil preguntas en torno a la muerte que una y otra vez no encuentran respuesta. Una y otra vez vuelve esa sensación de que jamás somos capaces de aceptar que se acerca por muchas señales que emita. Una y otra vez se nos llena la boca de "injusticia, sinsentido, y en el mejor momento de su vida." Como si alguno fuera bueno para cambiar de este placentero estado físico al que nos hemos acostumbrado, para pasar a esas otras dimensiones a las que tanto tememos.
Y la muerte de quien sea tiene otra macabra habilidad y es la de traer al recuerdo de todos los anteriores fallecimientos, los momentos mas duros de nuestros duelos.
Y todos opinan cual si existiese un manual de cómo superar una muerte, cómo conseguir hacer mas llevadera la ausencia, y cómo deshacernos de los recuerdos. Todos aconsejan al amigo con frases como que el tiempo todo lo cura, tranquilízate, no llores más, tu madre no querría verte sufrir así. Y si mantiene una cierta entereza, a sus espaldas dicen que está aguantando el tipo, pero explotará.
Y a mí siempre me da un poco de risa, porque igual que no existe medida ni cuantificación del dolor, tampoco existen formas mejores o peores para hacerle frente, salvo esa, hacerle frente. Y cuando alguien se enfrenta al enemigo, lo primero que hace, de forma directa, es mirarle a los ojos para saber a lo que se enfrenta, no huir directamente. Porque a veces, mirar al enemigo no es un paso previo a la lucha, a veces supone la paz, y cuando no la supone, al menos te haces una idea de cual será la mejor forma de que no pueda contigo.
Y con el dolor es lo mismo, es un enemigo al que hay que mirar de frente, e incluso intentar hablar con él. Huir del dolor no va a hacer que desaparezca, tal vez sólo se consiga lo contrario. Después, que el cuerpo hable, siempre es nuestra mejor arma. El cuerpo habla y te dice lo que necesitas, llorar, aislarte, hablar, bailar o gritar.
La experiencia me enseña que no hay nada que pueda paliar ese dolor, salvo los abrazos y nada más. Que el tiempo cierra heridas pero no hace desaparecer las cicatrices, y que el mejor consejo tal vez sea no dar ninguno.
Muchísimos besos a todos, hoy en especial a ese amigo.

1 comentario:

Alimontero dijo...

Sin buscar este sitio, llegué a tí ;-)
Tengo dos blogs, creo que uno de ellos te podría interesar...
Te dejo la invitación!
Mis saludos, mis respetos y un hasta pronto! ;-)

Ali