Hoy les ofrezco el primer capítulo del libro sobre la Desprogramación Cerebro Emocional en el que estoy trabajando.
Espero que les resulte interesante.
Capítulo
Primero
¿Qué
es la Desprogramación Cerebro
Emocional?
Sólo atendiendo a su propio nombre, la Desprogramación Cerebro Emocional, o DCE, parece una nueva técnica psicológica y terapéutica.
Pero en
realidad es algo más.
Se trata
de una manera distinta de pensar en cómo se producen las
enfermedades. También implica el estudio de la
forma en que gestionamos nuestras emociones. Nos hace cuestionar incluso el
concepto de libre albedrío.
Y a pesar
de todo esto, todavía va más allá. Representa un salto gigante
hacia la evolución en las capacidades de
respuesta del ser humano ante el entorno.
En la
historia de la humanidad, distintos maestros espirituales han intentado
transmitir el mismo mensaje a través de religiones que fueron
perdiendo su esencia con el pasar de los años.
Lo que nadie tiene duda es que
nuestra existencia se ha convertido en un calvario debido al estrés y al miedo. La población
humana ha crecido hasta 1000 veces en pocas generaciones. La esperanza de vida
ha aumentado casi hasta duplicarse, lo que ha generado a su vez un grupo nuevo de problemas que hace un siglo
no existían. Sufrimos una mayor dificultad a la hora de encontrar
empleo, y tenemos la obligación de conseguir una serie de
objetivos socialmente impuestos, como un determinado nivel económico, y posesiones atractivas. Hasta nuestro cuerpo debe
encajar en unos cánones de belleza, juventud y fuerza.
Invertimos
una cantidad abusiva de tiempo y esfuerzo para intentar que nuestra "buena
vida" se mantenga dentro de una efímera estabilidad.
Un
martirio en el que nos debatimos entre el miedo a perder lo poco que hemos
conseguido y un estrés insoportable ante las metas
que se escapan. Se nos ha olvidado cómo y cuándo decidimos que gastaríamos
nuestra salud y estabilidad mental en alcanzarlas.
¿Y a dónde nos lleva todo esto?
A la
innegable sensación de aislamiento. Una soledad
que a su vez se hace insoportable.
Perdemos la perspectiva de la realidad de las cosas que atañen a la naturaleza a la que pertenecemos como seres
portadores de un cuerpo biológico. Un cuerpo
maravillosamente vivo.
Perdemos
el contacto con aquello a lo que llamaré desde ahora la Fuente. Pongan
el nombre que deseen. Fuente, madre naturaleza, o dios, estos son sólo palabras que apuntan a algo que se siente desde nuestras
entrañas.
Si
queremos usar el intelecto para comprender, lo convertiremos en un concepto, en
algo tangible de lo que se puede discutir, en un entretenimiento de sobremesa.
Pero debe
entenderse que este sentimiento de desconexión,
de soledad profunda, va mucho más allá de una teoría o de una opinión. Se vive mucho más profundamente que el
significado de un puñado de palabras.
Así que sólo y aislado de todo, el
hombre se preocupa por sí mismo, e ignora el resto de
vida que bulle a su alrededor. Incluso cree observar en la naturaleza patrones
que confirmen su pesimismo. "Los animales luchan por la
supervivencia" se dice, "es la supremacía
del más fuerte".
Así que la sociedad se expande sobre este paradigma basado en
la competitividad. En el de "todo vale" para conseguir metas,
incluido el pasar por encima de los demás. Que "todo lo que
merece la pena se consigue con esfuerzo y dolor", "no pain no
gain", y que "quien bien te quiere te hará llorar".
Como
estamos solos y abandonados, a expensas de nuestra fuerza y crueldad para poder
sobrevivir en un mundo de depredadores, no nos preocupamos por la coexistencia
de las especies, por el equilibrio natural de la vida, ni siquiera por la
destrucción que generamos en el planeta
que nos acoge, el medio ambiente del que dependemos, e incluso nuestro propio
cuerpo.
Las
enfermedades también han evolucionado mostrando
un aumento significativo de las afecciones mentales.
La depresión o el "trastorno depresivo mayor" se ha
convertido en la primera causa de muerte y discapacidad en el mundo. Se estima
que su gravedad afecta a una de cada diez personas, y causa un millón de muertes al año.
La
ansiedad, que podríamos definir de manera simple
como un estado temporal o continuado de miedo, afecta con una tasa mucho mayor.
Esta pandemia puede dañar seriamente a más de un 20% de la población
en algún momento de su vida.
¿Qué está pasando?
Ocurre que
el paradigma, el esquema, en el que basamos nuestra existencia está equivocado.
Recuerde
cuando se haya hecho una pequeña herida en la piel. Al poco
la sangre dejó de manar, y una costra
apareció para cubrir la brecha
mientras se iba cicatrizando el tejido por debajo. Existen más de veinte factores necesarios para que ese proceso
ocurra, así como el sacrificio de varios
cientos de miles de células diferentes, como las
plaquetas, para sanar una rozadura. Los glóbulos blancos, el ejército defensivo que lleva en su sangre, luchará hasta la muerte por evitar que una infección penetre por la herida y le afecte. Y eso en un corte
insignificante para usted.
¿Dónde está aquí la supremacía del más fuerte?
La
Naturaleza rebosa de ejemplos en los que utiliza un sistema asociativo y de
colaboración para su supervivencia, y no
se rige por el paradigma competitivo y de destrucción en el que basamos nuestra manera de vivir.
Se hace
patente que necesitamos un cambio en el guión,
un nuevo manual de instrucciones más acorde con la realidad.
Por
ejemplo, podemos considerar la evolución que ha tenido el concepto de
qué factores son los causantes de
las enfermedades.
Apenas
quinientos años atrás, una minucia insignificante si consideramos los cinco
millones de años de humanidad sobre la
superficie de la tierra, se le consideraba a dios como causante de cualquier enfermedad.
En la Europa Medieval las dolencias se curaban dependiendo de la voluntad de
este dios caprichoso. Rezar se convertiría en el único tratamiento posible, ya que a cualquier otro sistema
sanador se le consideraba un pecado premiado fácilmente
con la muerte en la hoguera. Nadie en su sano juicio iría en contra de la voluntad divina.
A duras
penas, sólo cien años atrás empieza a tomar fuerza un
nuevo paradigma. Existen causantes externas de la enfermedad. Dios pierde su
posición, y las bacterias, los virus
y las alteraciones genéticas del ADN van ganando
puntos.
Sin
embargo todavía hoy no le hemos ganado la
batalla a la enfermedad, y visto como se colapsan los sistemas económicos, políticos, sociales, sanitarios y
educativos, se evidencia la necesidad de un cambio evolutivo.
En estas
dos últimas décadas aparecen diferentes doctores y científicos con líneas de estudio coincidentes,
que son la base de lo que llamo la Desprogramación
Cerebro Emocional.
En
sucesivos capítulos de esta obra iremos
haciendo un repaso a estos estudios y a la base científica que respalda esta nueva manera de abordar tanto la
sensibilidad de un ser humano a padecer una determinada enfermedad, como al
tratamiento de la misma una vez aparecida.
Gracias a
Descartes (1596 -1650), padre de la filosofía
moderna y de la revolución científica, ha imperado en occidente una visión dualista de la realidad. Se dividió nuestro ser en dos partes distintas, una mente (o alma) y
un cuerpo.
Desde
entonces hasta nuestros días se ha filosofado
extensamente sobre cuál de ellas prevalecería sobre la otra. El poder del cuerpo sobre la mente
(materialismo) o el de la mente sobre el cuerpo (idealismo).
También se ha tratado de encontrar los puntos en común de ambas partes y como éstas
se relacionaban.
No
obstante, gracias a los descubrimientos más recientes de la física cuántica encontramos que, lejos
de confirmar el dualismo de dos partes distintas, será la unificación o no dualidad (tal y como
describieron los místicos orientales desde hace más de 3000 años de antigüedad) la que se corresponde mejor con la visión que la ciencia nos describe hoy sobre la realidad.
Haciendo
esta enseñanza de la manera más simple posible, diríamos que en vez de poseer una
mente y un cuerpo relacionados pero separados, la no dualidad nos presenta un
sistema donde sólo hay una unidad mente-cuerpo
indivisible. Las dos partes que antes
creíamos separadas están unidas hasta el punto de que una no puede existir sin la
otra. Tienen una relación causa-efecto de dos direcciones,
la mente existe debido al sustrato del cuerpo y viceversa, el cuerpo existe
debido al empuje de la mente.
Y es esta
segunda relación la que es fundamental para
entender la importancia de la mente en la génesis
de las enfermedades del cuerpo.
Pongamos
un ejemplo muy sencillo.
Cuando
quiero arrancar mi coche, meto la llave en el sitio correcto y giro. Así lo he hecho desde el día
que lo compré. Días, semanas y meses comprobando científicamente este hecho, que me han llevado
lógicamente a decir: el coche
arranca debido a la acción de la llave. Puedo incluso
demostrar que no una llave cualquiera produce el encendido del motor. Sólo la adecuada pone en marcha mi coche.
El
problema surge cuando una mañana no arranca. ¿Dónde está el error? Si la llave está
en buen estado, y la ranura donde debo introducirla también...¿qué está pasando?
Afortunadamente
aparece para ayudarme la figura del mecánico. Éste examina el motor y me descubre algo completamente
nuevo. Existe una pieza llamada batería que tiene un papel
fundamental en el sistema de arranque. Me cambia la batería y el coche vuelve a funcionar. Debo de cambiar mi visión sobre la realidad del coche. Es cierto que se pone en
marcha cuando utilizo correctamente la llave, pero también necesita del buen funcionamiento de la batería o no andará.
Algo así ocurre con la Desprogramación
Cerebro Emocional y el funcionamiento de
la unidad mente-cuerpo indivisible.
Antes pensábamos científicamente que las enfermedades
aparecían debido a factores externos.
Entrabas en una sala donde había virus de la gripe flotando
por allí y la pillabas. No explicaba
con claridad por qué no todo el mundo que entraba
en la misma habitación sufría la gripe, ni por qué unos sufrían una leve molestia y otros una neumonía.
En todo caso responsabilizaban de eso
a las defensas del organismo sin saber muy bien qué las afectaba de tal manera, ni por qué los medicamentos que después
se recetan para la gripe no están orientados a fortalecerlas.
Era como hablar de la llave y de la ranura de encendido del coche.
Ahora sin
embargo aparecen nuevos conocimientos que nos hablan del papel fundamental de
las emociones de la persona en la génesis de la enfermedad. Una
determinada forma de tomarse la vida, de sentir (el papel de la batería en el sistema de arranque) determinará la disposición del cuerpo a
"dejarse" invadir por los virus de la gripe, bajando las defensas, y
cualquier otro sistema protector.
Sabemos
que los acontecimientos dolorosos, tristes, traumáticos,
así como el estrés acumulado, no se pierden. Más
bien se acumulan dentro de la unidad mente-cuerpo. Todas estas cicatrices
emocionales provocan alteraciones en el cerebro, una especie de onda expansiva
que trastorna los tejidos físicamente. Estas lesiones
cerebrales se evidenciaron por vez primera en los escáneres cerebrales (TAC) realizados por Dirk Hamer, el
fundador de la Nueva Medicina Germánica en la década de los ochenta.
Dependiendo del lugar donde se
produzca la lesión, ésta repercutirá en una determinada zona del
cuerpo, en un órgano o grupo de órganos, creando enfermedad.
A esta
relación entre emoción, cerebro y cuerpo se le llama triada biológica.
La
Desprogramación Cerebro Emocional toma su
nombre de esta triada por la evidente relación
entre el cerebro y las emociones. Pero debe de quedar claro que aunque en
apariencia beben de fuentes similares, existen diferencias fundamentales e
irreconciliables entre la Nueva Medicina Germánica
y la DCE.
Aunque
estos temas se estudiarán en capítulos sucesivos, pondré un ejemplo de estas
diferencias . Como he explicado, la DCE da un nuevo aporte a la información que se disponía sobre el origen,
mantenimiento, y resolución de las enfermedades. Pero no
implica que sea la única e irremediable manera de curarse. De hecho, aunque los resultados de
su aplicación son muy efectivos (a veces
increíbles), se considera un sistema
más a sumarse al resto de
tratamientos que ofrece la medicina tradicional.
Considerando
que la enfermedad es un proceso multifactorial, o sea que depende de muchos
factores distintos, la DCE es un factor más a tener en cuenta. Con todo
esto quiero decir que no reniega de los tratamientos aprobados por la medicina,
todo lo contrario. Mejora su tolerancia y disminuye los efectos secundarios.
Como en
vez de un cuerpo y una mente separados vivimos a través de una unidad mente-cuerpo indivisible, a la hora de
emprender un tratamiento, no deberíamos sólo hacerlo a nivel corporal físico.
Se entiende la necesidad de un tratamiento holístico,
que comprenda tanto la parte mental y emocional como la puramente biológica.
Así que nunca estaría justificado tras la aplicación de las terapias emocionales de la DCE que una persona
abandonase los tratamientos que le hubiesen sido propuestos por su médico. Sin embargo la Nueva Medicina Germánica postula que sólo y únicamente deben adoptarse sus resoluciones y que los
pacientes deben dejar cualquier otro tratamiento médico o quirúrgico. Algo que desde ya
indico que es ilógico, peligroso y francamente
ilegal.
Dicho
esto, vamos a prepararnos para emprender el estudio de un tema apasionante.
Un camino
que llevará a conocernos con mayor
profundidad. Aprenderemos a gestionar nuestras emociones, a entender y manejar
los miedos, a tomar responsabilidad en nuestros pensamientos y acciones.
Mejorará nuestras habilidades
comunicativas, por tanto también las relaciones de la vida
cotidiana.
Y lo que
para mí es de lo más importante: nos dará la oportunidad de ayudar a
otros seres humanos a dar luz a sus emociones enclaustradas, a entender el
sufrimiento y a acompañarles en el proceso de su liberación.
Porque si
va entendiendo de qué va todo esto, no se trata de
convertirse en un gurú sanador, ni en un medico de
la nueva era. Simplemente el disponer de esta nueva información le ayudará a evolucionar hacia un ser
humano más abierto, sano y feliz, que
estará preparado a acompañar (que no a curar) a sus semejantes en su proceso de
cambio y mejora interno y externo. Beneficiar a otros, colaborar, en vez de competir.
Concordará conmigo que eso, en el mundo que vivimos, es un bien
escaso y preciado. Quizá a veces se puedan comprar
sonrisas, pero no la alegría y la paz verdadera.
