Un saludo a todos de todo
corazón.
Se me ha preguntado: “¿Qué puedo
hacer para ser feliz?”
Pues se me ocurre, más que
señalar qué hacer, escribir sobre creencias erróneas que tenemos sobre la
felicidad y la alegría.
La primera de ellas, más común de
lo que podemos pensar, es actuar de manera infantilmente egoísta. No sólo egoísta,
sino infantilmente egoísta. Me explico: ¿No has visto nunca lo que hace un niño
pequeño cuando se enfada? Dice: “Sino consigo esto dejo de jugar”. Decide que
si algo no sucede como él quiere, prefiere auto dañarse y dejar de disfrutar
del juego. Los mayores hacemos exactamente lo mismo. Nos decimos: “si no
consigo esto, me NIEGO a ser feliz”. Y así nos van las cosas, ¿verdad?
Así que lo primero sería examinar
si actuamos de esta manera en algún ámbito de nuestra vida.
La segunda creencia errónea sobre
la felicidad que conozco es que pensamos que puede ser obtenida o fabricada
artificialmente. Buscamos formulas, sistemas y mapas. Aquí entra el factor
tiempo. Eso significa que ponemos el tiempo como meta. Nunca nos tomamos el
momento presente como la fuente de la felicidad.
Creemos que la felicidad es algo
que obtendremos en algún momento del futuro.
“Cuando llegue este momento podré
ser feliz”.
Pero eso NUNCA va a suceder, ya
que el futuro como tal no existe. Es siempre un pensamiento. Pensamos sobre el
futuro, pero nunca llegamos allí. Porque cuando lo hacemos, es el momento
presente. ¿Entiende?
Es como un juego mental en el que simplemente nos
dedicamos a POSPONER nuestra felicidad. Así nunca conseguiremos encontrarla. Es
una guerra perdida por propia definición.
La tercera creencia errónea sobre
la felicidad es que ésta se obtendrá a partir de objetos externos a nosotros. “Cuando
obtenga el coche nuevo, entonces seré feliz” “Cuando me compre ese televisor de
pantalla plana, entonces…”
Pero olvidamos que esas “cosas”
pueden darnos un placer momentáneo, un momento de euforia por la conquista que
durará muy poco tiempo. Y cuando esta sensación se pasa, ¿entonces qué? Pues
sentiremos que el objeto en cuestión era insuficiente y que hará falta buscar
otro mejor. Porque eso sí: “Cuando consigamos una casa nueva, ahí es que voy a
ser definitivamente feliz”. Así perpetuamos la búsqueda, aumentando cada vez el
nivel de los objetos. Puede que consigamos tener de todo, pero seguiremos
sintiéndonos vacíos. Nuestra historia está llena de personas que lo tenían todo
y eran terriblemente infelices y desdichados. Ponga usted, querido lector,
nombres a esas historias.
Lo he dicho muchas veces. La
felicidad nace de nuestro interior, la llevamos de fábrica. Podemos dejar que
surja. Que crezca desde dentro hacia fuera, y no el proceso contrario.
Recuerdo una historia zen que se
me antoja llena de significado.
Decía más o menos así:
Estaba un
monje zen meditando al lado de un río. Cuando llegó la noche fue asaltado por
un ladrón. El monje de muy buen grado le dio su ropa y sus mantas de abrigo. El
ladrón se marchó extrañado de la facilidad con la que había obtenido su botín,
pero contento al fin y al cabo. El monje observaba la luna que brillaba en su
plenitud y se reflejaba majestuosamente en el río y pensaba: “Ojalá hubiera
podido darle la luna”.
Gracias a todos por estar ahí
fuera. Sean felices por favor.
Si desea descargar el MP3 del texto leído haga click aquí.
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