Un saludo a todos de todo
corazón.
Esta mañana de forma indirecta me
he enterado de una historia y, aunque no tenga nada de espiritual, ni
motivadora, ni escasamente iluminadora, me he dicho: pues la voy a contar en el
blog.
Imaginemos una empresa de telecomunicaciones
que tiene una pequeña tienda. Tan pequeña que habitualmente la mantiene un solo
trabajador al que llamaré A. Esta
persona trabaja para la empresa de forma eficiente desde hace 6 años y
actualmente trabaja a jornada completa.
Hace pocos meses, menos de medio
año, la empresa decide contratar a otro trabajador, que llamaremos B, durante el turno de tarde (cuando
hay más clientes) a media jornada.
B no tiene interés en aprender apenas nada de su trabajo durante
las pocas horas de su jornada, ya que tiene un plan secreto. B pretende hacerse un tratamiento de
inseminación artificial de forma privada y aprovechar su contrato temporal
recién adquirido para pedirse una baja en cuanto consiga quedarse encinta y
ganarse un sueldecito mientras espera su buena nueva.
La cosa se pone interesante
cuando la empresa, debido a la disminución de ventas, decide prescindir del
trabajador B. Prepara su despido,
por supuesto de forma legal y se dispone a comunicárselo pero… ¡B acaba de presentar su baja laboral!
B pide dos semanas de vacaciones para la inseminación (todavía en
secreto para la empresa). Pero sólo le conceden una. Así que, sin saber un
servidor cómo, adquiere una baja laboral contante y sonante.
La cosa es que después de su
baja, cuando se incorpore es posible que esté en estado de buena esperanza.
Pero a día de hoy no lo está.
Cuando la empresa se entera (eso
sí, tras consultar con su gabinete legal) de todo este lío… ¿adivináis lo que
decide?
Pues se les ocurre que lo mejor
es despedir al trabajador A. Sí, sí,
el que llevaba 6 años haciendo bien su trabajo, llevando toda la
responsabilidad de la tienda durante todo este tiempo de forma eficiente y muy valorada
por la clientela. Pero claro, si B
está encinta y deciden despedirla les costará muchísimo más dinero que
deshacerse de A, así que: ¡Viva la
justicia social!
La cosa no ha terminado todavía.
Puede que el tratamiento secreto
de B no funcione. Entonces cuando se
incorpore, de no portar bebé alguno, se verá en la calle. Pero eso es una
posibilidad. La empresa previsora y preocupada con el bienestar de sus
trabajadores, ha ido avisando al trabajador A dándole la preciada noticia.
Aprovecho ahora para decir que,
como digo a menudo, no hay malos ni buenos en esta historia. B no pretende hacer mal alguno, y menos
provocar que pongan al trabajador A
de patitas en la calle. Pero la vida es así.
Lo he dicho muchas veces. Estas
reglas del juego que tenemos son exactamente eso: partes de un juego. Y como
tal, tiene recovecos, atajos y trampas. Además todo es impermanente.
Aún así, aunque sea por unos
segundos, me voy a permitir hablar en voz alta y decir:
“¡ESTOY INDIGNADO!”, pues sí.
Es posible que alguien haya
pensado: “Bueno, vale, pero ¿tú no dices siempre aquello de que Dios cierra
puertas pero abre ventanas?”.
Ji, ji, ji… ¿Sabéis una cosa?
Pues que parece que otra empresa
(mayor y más poderosa) abre otra tienda del estilo enfrente de la de nuestra
historia. Y han contactado con el trabajador A para ofrecerle un puesto. Más que nada por aquello que os conté
que es muy eficiente, responsable y está fantásticamente valorado por los
clientes.
Así que al final, la moraleja de
la historia es…
Pues mira, prefiero que la
moraleja se la busquen ustedes. Que yo ya me la sé, y siempre se lo pongo muy
fácil.
Gracias a todos por estar ahí
fuera. Y gracias sobre todo al trabajador A
por contarme sus problemas.
Al final, todo va a salir genial,
ya verás.
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