Un saludo a todos de todo
corazón.
“Cuando el alumno está preparado,
el maestro aparece”.
Tenemos algunas ideas sobre lo
que es ser un maestro, pero estoy seguro que en el día de hoy encontraremos una
nueva manera de percibirlo.
Un maestro no es una persona.
Es posible que en su vida hayan
aparecido personajes que le hayan ayudado de una manera u otra en el
transcurrir de su camino.
Pero estas personas, reconozco
que muchas veces excepcionales, son iguales a usted. Recorren el sendero a tu
lado. Dos pasos por delante o tres, pero a su lado. Han cogido ya ese pedregal
tortuoso, se han pelado las rodillas con los resbalones, y pueden decirle qué
parte del río es la mejor para que lo cruce a nado.
Fundamentalmente porque ya han
pasado por ahí un ratito antes.
Aunque también pretenden ayudarle,
también hay otros personajes que le acompañan pero nunca van ni un centímetro
por delante de usted.
Eso sí, llevan un buen mapa, y
están controlados por GPS, así que hablan con propiedad del mismo pedregal
tortuoso, pero no se han resbalado y mantienen intactas sus rodillas, aunque
seguro que tienen una buena opinión de qué parte del río es la mejor para
cruzar.
El problema es que como nunca se
han caído, como sus brazos no tienen las cicatrices características de aquellos
que pasaron por zarzales frondosos, en el momento que sufren el más mínimo
percance, se les viene todo abajo. A ves, lloran por sus heridas con más fuerza
que usted.
Pero esos tampoco son maestros,
porque como ya he dicho, el maestro no es una persona.
Lo que sí que ocurre, y así quizá
me entienda un poco mejor, las personas del primer ejemplo, las curtidas y
sabias debido a su propia experiencia, están impregnadas de lo que yo llamo el maestro.
Eso quiere decir que, a veces, el
maestro también se expresa a través de un cambio metereológico, de una
disfunción de tu cuerpo (que suele llamar enfermedad), o de un suceso
inexplicablemente desafortunado. También suele aparecer en formas de “golpes de
suerte".
Porque como le digo “cuando el alumno
está preparado, el maestro aparece”.
Así que, si se encuentra con las
expresiones del maestro, hágase una pregunta distinta a la habitual.
No diga quejándose: “¿Por qué a
mí?”, porque la respuesta es bien obvia: porque
estaba preparado.
Para hacer con sinceridad un verdadero
examen de conciencia, la pregunta correcta que debiera hacerse podría ser: “¿Qué
es lo que tengo que aprender?”
Y cuando se responda ponga en
práctica en su vida la lección que le toca aprender. Porque no tenga ninguna
duda: Usted está preparado.
Podrá hacerlo, porque si no, el
maestro no habría aparecido.
Hace dos días ya se lo dije: es
posible darle sentido a la vida si cree usted que puede haber un propósito
superior. Llámele como le plazca.
Ahora le señalo cómo ese
propósito se le aparece para señalarle la lección que debe de ser aprendida.
Eso es a lo que le llamo ser un
maestro.
Y nosotros los alumnos.
¿Está preparado?
Gracias a todos por estar ahí
fuera caminando juntos por el sendero.
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