Un saludo a todos de todo
corazón.
Las personas habitualmente
tenemos asociado una gran problemática al hecho de las pérdidas. Alguno se
estará preguntando, “Pues vaya descubrimiento ha hecho éste, ¿no es así con
todo el mundo?”
Pues una vez más le recuerdo que
todo es relativo, y que perder o fracasar en algo no implica necesariamente que
tengamos que tomarlo como una pérdida.
Y esto no es sólo una treta
filosófica, una discusión entre “sabios”. No señor. La humanidad está llena de
ejemplos de personas que encontraron sentido a un refrán tan simple como el de
“Dios cierra puertas, pero abre ventanas”.
La otra mañana mi hijo mayor me
comentaba que por primera vez en un par de meses había conseguido marcar un gol
durante un partido. Mi hijo está inscrito en una escuela de fútbol, y al
principio se había desilusionado un poco al haber encontrado el deporte más
difícil de lo que él mismo se esperaba.
El caso es que no dudé en
aprovechar la oportunidad para recordarle que cuantas más veces intentase tirar
a puerta, cuántas más veces fallase, la probabilidad de acertar y marcar un gol
es mayor.
Le comento otro ejemplo de
constancia y paciencia, que visto desde mi punto de vista no es otra cosa que
sabiduría del “cómo funcionan las cosas”. Quizá usted haya leído alguna vez
algún libro de la colección “Sopa de pollo para el alma”. ¿Sabía que sus
escritores fueron rechazados por editoriales a la hora de publicar su obra 142
veces?
Piénselo bien: ¡142 veces!
Me maravillo al pensar que estas
personas nunca perdieron la fe, la verdadera, y siguieron insistiendo una y
otra vez. Pregúntese: “¿Hasta dónde hubiese aguantado yo?”
Lo más seguro que al llegar a 100
rechazos nos hubiera parecido un número redondo y más que suficiente para
darnos por vencidos (y para justificarnos a nosotros mismos).
Pero estas dos personas, ahora
millonarias debido al éxito de su libro (y de una serie de ellos que siguieron
al primero) aguantaron 42 rechazos más.
Así que si durante un tiempo no
marcas goles… ¡Sigue insistiendo! ¡No dejes de jugar!
Un resultado negativo, o mejor
dicho, distinto al que esperabas no tiene por qué ser un fracaso. Lo peor de
todo es que tenemos esa mala costumbre y a menudo desistimos de cualquier
proyecto al primer mal resultado.
Pero mi pregunta es: ¿Existe algo
así como un mal resultado?
Cuanto más lo intentas, pasan dos
cosas: primero debes de aprender: ¿Qué es lo que he hecho mal? Porque no se
trata de estar repitiendo los intentos una y otra vez sin cambiar algo, sin
buscar qué es lo que se puede mejorar. De otra forma sería como ir presentando
un libro cientos de veces al mismo editor. Si éste le rechaza puede preguntar
qué tipo de libro es el que prefiere (por si decide ir escribiendo otro
mientras tanto) y al mismo tiempo ir buscando a otro u otros editores. Otro
ejemplo: Paulo Coelho (el famosísimo escritor brasileño) no pudo publicar
ninguna de sus obras en su país. Mira que Brasil es grande, pero terminó siendo
aceptado por una pequeña editorial catalana que estaba recién comenzando su
andadura comercial. ¿Buscaría usted en otro país lo que no encuentra en el
suyo, o se conformaría con “lo que hay”, porque “malo conocido es mejor que
malo por conocer”?
Así que hay que aprender de cada
resultado, mejorar si es posible, ver lo que no ha funcionado y cambiarlo.
Lo segundo que es importantísimo
es darse cuenta de que es una cuestión de estadística matemática. Cuanto más lo
intenta más se acerca a un resultado positivo. Sin importar cuántas veces haga
falta para conseguirlo.
“Dios cierra puertas pero abre
ventanas”.
Alguno de ustedes estará pensando
que depende en qué casos esto que les explico podrá ser aplicado o no. En casos
extremos como enfermedad y demás, pues bueno, hay no habrá nada que hacer, ¿no?
Entonces déjeme que le cuente la historia
de W. Mitchell. Un tipo aventurero y bien parecido que sufrió un terrible
accidente de moto. Sufrió quemaduras en todo el cuerpo. Su rostro quedó
brutalmente desfigurado. Pudo reponerse a heridas que médicamente deberían
haberle matado. No obstante no se vino abajo y siguió siendo un aventurero
alocado hasta que otro accidente (sí, sí, otro), esta vez de avioneta, le dejó
en parapléjico en una silla de ruedas.
¿Fue ahí cuando Mitchell se
deprimió? ¿Cuándo desistió? Pues no. Aunque reconoce que no fue fácil, siguió
adelante. Hoy por hoy es dueño de un ente empresarial, está felizmente casado y
se presentó a las elecciones para senador de los Estados Unidos bajo el lema: “No
soy un guapo más”.
Por supuesto Mitchell también se
dedica a dar charlas motivacionales por todo el mundo. Habla de que hay que
seguir adelante, de que no hay que desistir. Pero también incluye, y le da la
mayor de las importancias, al hecho de que hay que ser agradecido por lo que se
tiene, aunque nos parezca poco. Suele comentar: "Por lo menos ustedes tienen
una cara. Ya tienen más que yo”.
¿Existe algo así que podamos
llamar fracaso?
No, claro que no. Es simplemente
que todavía no hemos sabido hacerlo de la manera adecuada. Habrá que seguir
probando, buscando la manera. No desistiendo.
Me gusta aquel dicho que decía: “Para
atrás… ni para coger carrerilla”.
Gracias a todos por estar ahí
fuera, si leen esto es porque todavía no han desistido.
Si desea descargar el MP3 del texto leído haga click aquí.
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