domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Qué es el Zen?

Un saludo a todos de todo corazón.

Os traigo dos pequeñas historias Zen, llenas de significado, que son obra de Tsai Chih Chung.
Si hacéis click en cada una de las páginas podréis verlas a un tamaño más adecuado.




Son una maravilla.

Gracias a todos por estar ahí fuera.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El nuevo BUDA

Un saludo a todos de todo corazón.

Hoy quería enseñaros esta foto:



Se trata del regalo que Isabel me hizo el pasado Viernes.
Se trata como podéis ver de la imagen de un Buda que ella misma ha realizado.

Gracias amiga mía.

Y gracias a todos los demás por estar siempre ahí fuera.



miércoles, 3 de noviembre de 2010

Próxima Charla en Montilla

Un saludo a todos de todo corazón.
Gracias a Sole, y la generosidad de su familia, el próximo Viernes día 5 de Noviembre, a las 20.00h, podremos celebrar la próxima charla presencial en un nuevo local.
Debido a el aumento de la demanda de los salones del ayuntamiento, lo que nos deja con apenas uno o dos días al mes, estamos ultimando nuevas posibilidades para poder seguir reuniéndonos. En cuanto tenga nuevas noticias, las postearé aqui inmediatamente.
Pero como digo, gracias a la generosidad de Soledad y de su familia, ya el próximo Viernes podremos seguir con nuestras clases.
Por ello os emplazo a las 19.50h en la puerta del Supermercado Covirán que está en la avenida de Andalucía. Cualquier duda sobre el sitio, indicármelo por email y os daré más información.
Gracias a todos por estar ahí fuera, en especial a todos aquellos que nos ayudan a seguir con nuestra labor.

II parte

Hola a todos:
Esto viene a ser una segunda parte, un análisis de lo que ayer os comenté, de ese encuentro, de esa concesión por fin del perdón, de la esperada paz.
Cada uno de nosotros, con el paso de los años, comienza a reconocer las situaciones, las acciones que nos causan sufrimiento. Con la perspectiva que da la distancia y el tiempo, se separan las acciones de los efectos, las causas de los resultados, y poco a poco, comienzas a entrever que las consecuencias no siempre son las mismas y mucho o todo tienen relación con los sentimientos que se generan al contacto con el mundo.
Dependiendo de tu conciencia de identidad y de la que otorgues a los demás, existe o no el respeto. Partiendo del erróneo concepto de identidad, yo soy, yo siento, yo hago, yo tengo, yo vivo, tu ego se convierte en responsable de la mayoría de tus acciones. Cuando se produce un encuentro con otra persona, tu perspectiva de las cosas es la única real y verdadera. Cómo me voy yo a equivocar? Y aunque lo haga, conozco mis razones y siempre me mueven buenas razones para hacer lo que hago, como el mundo no me comprende? Cómo no me da todo el mundo la razón?
Porque claro, los demás no son como yo, me resulta tan sencillo desmenuzar sus entrañas, averiguar sus motivos, entender evidentes sus errores y encima ver cómo los repiten…
Para respetar a los demás tengo que partir de una premisa, contraria a lo anterior. Desechar esa falsa identidad que me otorgo y considerar a los demás como semejantes, como iguales, pero hacerlo de verdad. Por qué en todas las guerras se intenta exterminar al enemigo? Porque no son iguales, no se les considera ni tan siquiera semejantes, son los enemigos, y en virtud del peligro que a nuestra identidad, personal o como pueblo nos puedan suponer, los exterminamos.
Nadie apunta con un arma pensando que el individuo situado frente a él es un padre, un vecino o podría incluso ser un amigo. Lo único que se ve es un enemigo, un peligro.
Y esto no ocurre sólo en las grandes guerras. Ocurre a cada instante, en nuestras acciones cotidianas. Todo el que tiene otra opinión, otra creencia, todo el que sea distinto, puede ser considerado enemigo. Y no le respetamos, no es un igual, y puede desmontar esa identidad que nos hemos fabricado. Puede poner en tela de juicio cualquiera de nuestras acciones.
Y ese respeto que nuestro ego exige al mundo, nuestro ego no lo entrega hacia los demás. Porque él es el rey indiscutible del universo.Y crea mucho sufrimiento, al titular del ego y todos los demás, porque ese titular no está sereno, no conoce la paz, siempre tiene que estar alerta y defenderse.
Hasta que un buen día se hace una pregunta... qué defiendo? quién peligra? qué peligra? para que conservo mis armas?
Creo que nos cuesta demasiado entender que no somos individuales, y la relación que existe entre nuestras acciones, nuestras palabras y el resto del mundo. No puedes pretender un mundo pacífico si no alcanzas tu propia paz.
Ese día comprendes que todo el rencor que acumulas, todo tu miedo a perder, es el responsable de la guerra y el sufrimiento. Y decides apartarlo, sueltas ese pesado saco que cargaste en tu espalda durante años, y te sientes ligero, sereno, tranquilo. Conseguiste perdonar.
Muchos besos a todos.

martes, 2 de noviembre de 2010

Que veinte años no es nada...

Hola a todos:
Como dice el tango.
A veces me cuesta escribir en este lugar, por tener la sensación de que se ha hablado ya del tema, a lo largo de estos más de tres años. Pero da igual, siempre hay matices nuevos.
Hoy os hablaré de guerras y sufrimiento innecesario. De rencores absurdos, de pasados que impiden vivir el presente. De perdón y reconciliación.
Porque un día sucede algo, tan inesperado y a la vez tan bueno, algo justo, feliz y deseado, que nace la necesidad de compartirlo, por la alegría que suponen y por si a alguien le sirve de ejemplo, a ver si creamos moda.
Hace mucho más de esos veinte años, que ya digo no son nada, se produjo un terrible desencuentro entre dos hombres, dos hombres buenos, unidos por lazos de sangre. Aquél desencuentro causó un terrible sufrimiento, a ellos dos y a quienes eran cercanos, enzarzándose no en una guerra pero sí en una distancia insalvable, marcada por los desprecios, el desamor, los reproches, el rencor.
Es verdad que si uno no quiere dos no se pelean, pero también es muy cierto que una paz no se firma si ambos contendientes no entierran el hacha de guerra.
Los años parecían haberles enseñado a vivir con su particular y gratuito sufrimiento. Uno optó rápidamente por entregar sus armas, nada podía ser tan importante para justificar ese sufrimiento. Reconoció sus errores, pidió por ellos perdón, pero de nada parecía servir.
El otro contendiente había optado por una solución más “fácil”, negando errores y sufrimientos, incluso sentimientos. La razón era suya y sólo suya, y todo aquél que no se la diera y le rindiera pleitesía, sería igualmente desterrado.
Pasaron los años, hubo alguna tregua, pero no se firmaba la paz. A cada intento, el que seguía en su particular guerra, traía de nuevo todo el pasado, lo hacía renacer, cada vez más fuerte y pesado, crecido con el sufrimiento acumulado al paso de los años.

Pero a nadie engañaba, tal vez sólo se consiguió engañar durante un tiempo a sí mismo.
No podía pretender ser dueño de unas emociones y sentimientos que sencillamente se negaba a reconocer. Se había convertido en un esclavo de su soberbia.
Pero ese ser, de aspecto duro y frío, tenía un corazón, que le había salido bastante traidor. Cada vez que sus sentidos le comunicaban con el mundo, se generaban emociones y sentimientos, y al paso de los años, la vida le fue debilitando esa coraza, y negarlos ya no era una solución.
Ya no podía negar la evidencia, ya no podía mantener que no sufría y menos aún que le resultara indiferente generar sufrimiento a los demás.
No sé si fue la Luna o el sol, el viento o el mar, quien ayer le susurro al oído que ya era bastante.
Que veinte años no es nada, pero para qué convertirlos en treinta.
Que hoy y ahora no tienen que ser SÓLO consecuencia del ayer, pero sí pueden ser determinantes para mañana.
Un abrazo puso fin a esa guerra absurda. Un te quiero al oído. Lágrimas que ansiaban ver la luz desde hace años.
Fue tan fácil soltar el saco. No lo abrieron, no permitieron salir al rencor ni al sufrimiento, lo dejaron bien atado.
Muchos besos a todos. Hoy en especial a los que saben perdonar y se preocupan del hoy y del ahora.