Hace menos de un mes, recibí una llamada de Luis Miguel, diciéndome que estaban planeando una convivencia de fin de semana en una casa rural, en la que entregaría los preceptos a tres alumnos.
Poco tuve que pensar, tras consultar mi agenda y comprobar que el trabajo me dejaba un margen suficiente para acudir.
Asistieron su familia al completo y Loli, a la que conocía de una convivencia anterior, también sus alumnos, Teresa, Inma y Paco, que eran quienes recibirían los preceptos, y una alumna de quien considero desde hace algún tiempo mi Maestra, que viajó desde Cádiz con su hija y un amigo, Felix.
Creo que hablo en nombre de todos al decir que nos enamoramos perdidamente de sus hijos, y que su mujer, Mª del Mar fué, como en ella es habitual, el alma de la reunión, con sus chistes, sus payasadas y su conversación.
Nos hizo un terrible calor que soportamos gracias a la piscina. Se hicieron meditaciones y charlas, hubo prolongadas reuniones nocturnas que dieron cabida a toda clase de conversaciones, e incluso paseos bajo las estrellas en busca de las tumbas recordadas por las cruces que daban nombre a la casa, alumbradas con velas encendidas desde hace mas de doscientos años.
Y el sábado noche la ceremonia. Yo no sabía muy bien en qué consistía la entrega de preceptos, y confieso que me impactó, pues además de una preciosa ceremonia, se cortaba la emoción de los asistentes y en especial la del Maestro y los alumnos.
Los cinco preceptos deben ser aceptados por los alumnos, quienes uno a uno, y precepto tras precepto, realizan un compromiso de respetarlos en sus vidas. Son tan simples y a la vez tan importantes...
No matar, no robar, no mentir, no perjudicar ni hacer daño a nadie con tu conducta sexual, y no ingerir nada que altere tu claridad mental.
Parece fácil pero si observamos nuestro cotidiano andar... son mas serios de lo que una primera aproximación nos pueda parecer.
Hubo una charla, creo que en la mañana del sábado, dirigida a todos los asistentes, budistas y no budistas, en la que se intentó explicar qué es el budismo. Las enseñanzas de Buda, la búsqueda de la felicidad, escapar del sufrimiento... se habló del ego, de la casi innata creencia de la propia identidad, la individualidad, de los engaños de nuestra mente.
Supongo que para alcanzar esas metas existen muchos caminos. Supongo que en última instancia, todas las religiones, creencias o formas de vida, pretenden unos mismos objetivos, pero en mi caso, en el budismo hay algo que me llama en particular.
En budismo no debes creerte nada que te cuenten ni del mismo Sidharta Gautama, ni de tu Maestro en particular, ni de Hsu Yun el fundador de la orden. El budismo además de estudio es práctica, es experimentación, interiorización y por eso me parece tan importante, por eso me atrae y quiero estudiar. Por eso quiero algún día ser la alumna que reciba los preceptos y comprometerme a respetarlos.
Hace ya tiempo comprendí que la felicidad material no es la que busco, sino la espiritual, la que alcanzas cuando de tu vida apartas el sufrimiento.
Hace ya tiempo que siento que el dolor que he vivido y el que me queda por vivir, se multiplica dentro de la rueda del samsara.
Hece ya tiempo sé que el dolor es natural y forma parte de la vida, pero el sufrimiento no es necesario y lo provocamos nosotros.
Hace tiempo decidí dar un giro en mi camino, recorrerlo de otra manera, y el sábado por la noche, durante la ceremonia, sentí que mi decisión era acertada y quería recorrelo.
Sentí que quería salir del samsara y alcanzar algún día esa paz que tanto tiempo perseguí por sendas equivocadas.
Sólo me queda dar las gracias a quien tanto me ha aportado con sus conocimientos y su amistad, Luis Miguel, el Reverendo Fa Shan, y a mi Maestra.
Y a los asistentes a esta convivencia, Loli a la que conozco hace algún tiempo y cuya bondad no tiene medida, a Mª del Mar por su tolerancia, su simpatía y su actuar tan budista pese a ser una ferviente cristiana (ya podrían aprender muchos budistas de ella), a sus hijos que son un encanto, a los alumnos, Teresa e Inma que conocí este fin de semana y ya las considero amigas y a Paco, al que traté algo menos pero le dí un buen paseo turístico por el pueblo, y a Manuela y sus acompañantes. A todos, por ser los responsables de un fin de semana que guardaré en mi baúl de los buenos recuerdos.
Muchísimos besos a todos.
1 comentario:
Querida Mariola: No sabes cuanta alegría me da verte crecer. Tu maestra que te quiere y respeta. La Maestra
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