Un poco al hilo de lo que nos contaba Luis Miguel en su anterior entrada, yo sí he tenido a veces la sensación de perder el ritmo de mi vida, incluso a veces el rumbo, llegar a no reconocerla como propia. Intentaré explicarme.
Creo profundamente acertada su reflexión sobre vivir la vida sin mí, no focalizar absolutamente todo en cuanto me afecte a mí, me guste, me disguste, etc. Aunque hoy día sea casi una utopía plantearme siquiera salir de esa que considero mi vida conmigo, porque debo haberme cogido bastante cariño y no consigo despegarme del todo, solo algún poco rato.
Cuando decía perder el ritmo, casi el rumbo, me refiero a esas etapas en las que gran parte de tu tiempo lo ocupan actividades o compañías no escogidas por uno, aunque las reconozco aceptadas y por tanto decididas.
Nadie me obligó a nada, lo hice yo sola. Tal vez me movieron erróneos sentimientos, tal vez un mal entendido concepto de solidaridad, o de hospitalidad, o de amistad, fraternidad, etc, etc, pero lo cierto es que lo decidí así, lo acepté y lo viví.
O sólo lo consentí...
Y esa vida, o esa parte de ella, parecía ajena a mí, porque aunque la acepté, lo cierto es que, en aquel momento, en aquéllas circunstancias y en aquélla de entonces mi mente, no había otra opción o pesó mucho menos.
Tal vez si hubiera tomado el camino más fácil, no hubiera dormido tranquila, tal vez sí.
El sentimiento era el de vivir una vida que no era mía, pese a que ya he dicho que la acepté como mía. O la consentí...Perdí mi espacio, incluso mi tiempo, casi hasta mi identidad. Mis decisiones parecieron por un tiempo depender de muchas más circunstancias ajenas a mí, que de mis propios deseos, apetencias o sentimientos.
Reconozco no haber perdido nunca por completo el rumbo, aunque sí di demasiados rodeos, aunque ya no importa. Digo que no importa ahora, en esta otra dimensión, la que ahora conozco, muy distinta y amplia.
Da igual si lo acepté o lo consentí, porque nadie me impuso nada, así que incluso esa parte de mi vida fue obra mía.
Ahora descubrí que para ayudar a un amigo no es necesario sufrir con él, ahora entendí que cargar el peso ajeno no alivia la carga de los demás. Tender una mano no es necesariamente llevar del brazo al amigo, y que a veces, ayudar sin que te lo hayan pedido es contraproducente.
Hace ya tiempo que sí reconozco mi vida, en su ritmo y en su rumbo.
Hace ya algún tiempo que sopeso otras opciones antes de decidir, tengo ya más horizontes, mas perspectiva y no me siento al vaivén de las circunstancias, ni las mías ni las ajenas.
Pero en el fondo reconozco encontrar una parte muy gratificante en mi vida pasada, y es la de haberme dado cuenta de que lo que hoy considero un problema, o lo que ahora me alegra, lo que me duele o lo que me hace feliz, es simplemente un reflejo de la realidad que cambia sus matices con el paso del tiempo.
Tal vez no sea mas que haber ganado distancia con mi propia vida y con la de los demás. O con mis sentimientos y los ajenos, o con mi mente... tal vez incluso esté hablando de lo mismo que decía Luis Miguel...
Muchísimos besos a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario