Un saludo a todos de todo corazón.
La gente de hoy está siempre cansada. Se sienten agotados antes incluso de poner un pie en el suelo. Da igual que hayan descansado seis, ocho o diez horas. La mirada perdida, la boca cerrada y torcida en un gesto de malestar. Pasean como zombies sin rumbo fijo, esperando algo, quizá un pensamiento fugaz, que les devuelva algo de vida a sus cuerpos.
Y normalmente eso es lo que ocurre.
Aparecen pensamientos del tipo: "Tienes que ir a trabajar", "llevar los niños al colegio", o "la reunión, no te olvides de la reunión"... La maquinaria empieza a calentarse, el día a día sigue su curso. Por la noche, más que agotados, están derrotados. Deseando irse a la cama, a veces desde el mediodía, acaban por dejarse caer sobre el colchón por unas horas para repetir de nuevo el ciclo.
Esta situación se repite la mayoría, a veces la totalidad, de los días de sus vidas.
Sueñan con descansar, dormir más horas, con no hacer nada de nada... Hmmmmm.... el paraíso. Y más ahora, en el período de las vacaciones de verano.
Pues es una pena, pero están equivocados. La inactividad es el preámbulo de la muerte. La naturaleza es sabia, y obedece a reglas universales. Todo aquello que no se utiliza, se atrofia. La sangre cuando no está en movimiento, se coagula.
Pensamos equivocadamente que cuanto menos cosas hagamos mejor nos sentiremos, pero siento decir que es justo todo lo contrario. En la sociedad actual, además, asociamos la actividad al estrés. Pero es que aquí también hemos olvidado otra cosa: no nos divertimos con las actividades que realizamos. Hacemos las cosas mecánicamente, como una obligación. Pero eso es sólo un punto de vista. Podemos escoger otro, por ejemplo, disfrutar de todo lo que hagamos.
Parece difícil al principio, pero no es más que falta de hábito.
Voy a contaros un ritual que he estado realizando estas dos últimas semanas con resultados sorprendentes:
Cada mañana me levanto unos minutos antes del amanecer. Cada mañana, independientemente de lo que haya hecho ese día o de la hora a la que me haya acostado. Subo a la azotea de mi casa y disfruto viendo el amanecer. La ciudad duerme bajo mis pies, hay un silencio muy especial. Y nace una energía que aspiro con deleite, nutriéndome.
Sobre el tapiz de los colores del amanecer, proyecto mis sueños, lo que quiero lograr, visualizo mis objetivos. Es una sensación maravillosa.
Empiezo el día totalmente renovado, lleno de energía.
Dicen que el viejo ganaba siempre apostando en las carreras de caballos. "¿Cuál es el truco?" preguntaban todos. "Muy simple", respondía él con una sonrisa, "apuesto siempre por el caballo ganador".
Tú eres el caballo ganador. Apuesta siempre por ti. Levántate con el amanecer. Mira a las estrellas, visualiza tus sueños, apunta en un papel tus objetivos. Cree en ti mismo.
Ser como quieres ser no es más que adoptar un punto de vista.
Créetelo y el resto del universo creerá contigo.
Gracias a todos por estar, bajo los colores del amanecer, ahí fuera.
3 comentarios:
Como siempre, unos consejos geniales. Lo que cuesta siempre más esfuerzo es hacer aquello a lo que no estamos habituados, de ahí la importancia de crearnos hábitos saludables. Eso sólo depende de nosotros mismos.
Un abrazo.
Precioso mensaje Luis Miguel, y muy cierto.
Todo será como nos propongamos que sea, todo puede ser aburrido y mecánico, cotidiano y conocido, también podemos ver en cada cosa lo que tiene de nuevo y desconocido y dejarnos deslumbrar, porque, cada amanecer es distinto, cada color tiene matices, cada momento en el trabajo, tan distinto y apasionante como quieras verlo.
Cada conversación con la gente puede ser instructiva e interesante, cada minuto puedes conocer a alguien especial, o sentir algo maravilloso.
Quejarnos de la rutina no nos descansará, y si no te gusta la rutina, no permitas que surja.
Será que funcionamos siempre movidos por la inercia? Será que ya no arrancamos nuestros propios motores?
Supongo que esa forma tuya de comenzar el día te aporta toda la energía que necesitas y das. A mí me aporta mucha energía y ganas de todo detenerme un rato cada mañana, mientras me tomo un café, respirar hondo, pensar lo que tengo que hacer y ante todo, dar las gracias por cuanto tengo, por la salud, por mis amigos, por mi paz, mi felicidad, la de los demás, hasta por el aire que respiro.
Cada vez que nos detenemos a dar gracias o a llenarnos de la energía del amanecer, comprendemos cómo puede todo resultar de fácil y gratificante con sólo proponérnoslo.
Muchos besos a todos.
Hola Luis Miguel!
Pues sí, parte del cansancio ese rutinario creo que está en el aburrimiento, en no sacar provecho a lo que la vida nos ofrece. Y sí, me parece fundamental también tomarse un tiempo, todas las mañanas, antes de emprender todo género de obligaciones, para realizar algo que agrade particularmente a la persona, sin que sea un obligación impuesta por nadie. Recuerdo hace tiempo que me levantaba más temprano de lo habitual para disponerme a desayunar tranquilamente y a leer en completa libertad; eso me daba fuerzas para coger el metro y lanzarme a las tareas obligadas pero no excesivamente deseadas en aquellos días. Incluso, a veces, en lugar de coger el metro, me decidía por ir caminando en plan paseo disfrutando de las cosas. ¡Merece la pena!
Un abrazo
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